A Marcelino Marcos Lindes le han pillado los fotógrafos con el carrito del refrigerio. Desaparecido durante quince días mientras ardía su comarca natal, fue pillado el domingo por la noche, tan ufano, en el palco del Tartiere.
La paradoja resulta cruel: el consejero del campo, ausente de su tierra cuando más falta hace. El que tiene la encomienda de sembrar brotes verdes, abonando el asiento futbolero de autoridades. Mientras brigadistas y vecinos se jugaban la piel al borde de las llamas, el consejero prefería aplaudir un córner que arrimar el hombro. En vez de tiznarse la cara apagando el fuego, se la pintó de azul carbayón. O de merengue, vete tú a saber.
Los hidroaviones descargaban agua sobre las llamas mientras el consejero contemplaba ensimismado el riego previo del pasto oviedista. Mientras los ganaderos se echaban las manos a la cabeza al ver perder su forraje, el titular de Medio Rural repetía el mismo gesto en cada cabalgada de Mbappé.
Es cierto que Marcos Líndez se encontraba esos días de vacaciones. Una faena que los pirómanos no avisaran a su gabinete de que iban a prender la yesca, para que lo hubieran incluido en la agenda oficial del Principado. Lamentable que un consejero del Gobierno regional solo brille por su ausencia.
Lo triste es que el medio rural asturiano, que ha visto arder cinco mil hectáreas en dos semanas terribles, ya no es medio: se ha quedado en cuarto y mitad. Y menguando. Al consejero del ramo, desaparecido hasta la noche del palco, habría que renombrarle: titular de Medio Ausente.
Suscríbete para seguir leyendo