Es indudable, forma parte del imaginario popular, que pocas cosas le gustan al mundo de las fallas como los premios, distinciones y recompensas. Y que las particulares charreteras en la indumentaria son las insignias que lo acrediten.
En el próximo Congreso Fallero se plantea hacer una nueva pirueta dentro de particular sistema de jerarquización de los falleros en función al número de años que llevan perteneciendo a comisiones de falla.
En las últimas décadas, el «bunyol de brillants» había sido la cúspide del reconocimiento fallero. Una insignia que, al principio, era privilegio de pocos, pero que ahora ya tienen miles de personas. Es un proceso lógico: conformen han pasado los años y las generaciones, las comisiones de falla son entidades mucho más consolidadas y, con ellas, la condición de fallero es algo mucho más sólido. Por eso, ser 30 años fallero y recibir el «bunyol de brillants» se ha convertido en un ejercicio de cierta normalidad.
Tanto es así que, a día de hoy, la entrega ceremonial de esta recompensa por la fallera mayor de València se ha convertido en un problema del Programa Oficial: ocupa varios fines de semana de febrero y bloquea la agenda de las representantes de la fiesta en actos interminables, pero que para cada galardonado es un momento muy especial.
Ahora, el Congreso Fallero pone sobre la mesa subir la apuesta: el «Bunyol de Platí». Van acabándose los metales nobles para premiar a los falleros.
En este caso se trataría de galardonar a los falleros por «toda una vida vinculada a la fiesta fallera como componente de una comisión mayor». Para obtenerlo habría que estar censado en 50 ejercicios, sea de forma continua o alterna. Un periodo que se puede acortar en cinco años, si se ha sido presidente de falla, pudiendo descontar un año por cada ejercicio en la presidencia, hasta un máximo de cinco.
Un antecedente: el «collar» de Martí Belda
No es la primera vez que se intenta distinguir aún más a los falleros más veteranos o meritorios. En los años sesenta, el entonces presidente de la Junta Central Fallera, Juan Bautista Martí Belda, no solo alentó, sino que incluso diseñó un prototipo de una especie de collar a imponer a los falleros más preclaros de la fiesta. El toisón fue entregado en su momento por la viuda del ex dirigente a la JCF, que lo guarda bajo llave.
Actualmente, las Fallas recompensan sucesivamente con insignias de «coure», «argent», «or», «fulles de llorer» y «brillants». La insignia es poco menos que un acto de fe y, en cierta medida, un medidor de capacidad. Sin ir más lejos, no se puede participar en ese mismo Congreso Fallero si no se tiene, por lo menos, el «bunyol d’argent». Lo mismo que ser jurado de falleras mayores. Y en votaciones, en caso de empate, gana el que tiene el metal más noble.
Desaparecer la entrega de los «brillants»
La insignia en cuestión distinguiría a aquellos falleros -como mínimo, de entre 60 y 65 años- que más se han distinguido por creer de la fiesta. Pero, a la vez, generará una duda de futuro: también habría que habilitar fechas para su entrega ceremonial. Y como el número crecería con el paso de los años, podría provocar, provocaría, la desaparición de la entrega ceremonial de los «bunyols de brillants».
A la vez, generará (si se aprueba) un agravio comparativo, creando falleros ilustres de primera y de segunda división. Porque el texto es lo suficientemente confuso como para no especificarse explícitamente el efecto retroactivo. Tan solo se concederían a título póstumo a los que fueran a recibirlo el año del fallecimiento o el inmediatamente anterior. Un detalle con los recientes, pero no con los anteriores. Incluso hay una Disposición Final en el que anuncia que la JCF «establecerá los mecanismos oportunos para que dicha recompensa de Bunyol Extraordinari de Platí se entregue a todos los falleros y falleras en activo». Pero no a los fallecidos.
El «bunyol de brillants» pudo, más o menos, aplicarse con rigor porque, para cuando fue aprobado, en los años ochenta, echar atrás treinta años suponía entrar en comisiones mucho más porosas, con censos menores y menos fieles. Ahora mismo, el número de personas que han sido falleros 50 años y que ya no viven es numeroso: habrían empezado su trayectoria fallera en los años setenta, con comisiones ya mucho más asentadas. Serán cientos los «buñuelos de platino» que, mereciéndose, no se concederán.
En las comisiones, 100 años
En el caso de las comisiones, curiosamente, sí que tienen efecto retroactivo y reconocerá a las comisiones que acrediten haber plantado cien años.
Ahora serán los Congresistas los que decidan si los falleros deben recibir una nueva medalla o si con los «brillants» ya se cumple suficientemente la lealtad a la fiesta.
El anteproyecto de Reglamento sí que se ha preocupado por ennoblecer más aún al fallero. Sin embargo, sigue dejando concesiones fuera de tiempo. Por ejemplo, se sigue concediendo el «bunyol d’argent» a título honorífico a la corte de honor. Una recompensa que gran parte de las componentes, en la actualidad, ya lo tienen ganado por edad, al haber aumentado exponencialmente la edad media de la fallera de la corte. A pesar de ello, se les entrega como honor lo que ya tienen ganado «en el terreno de juego». De hecho, no son pocas las que ya acceden al cargo honorífico con el «bunyol d’or» en su haber: aquellas que tienen ya 25 años. Recientemente incluso ha habido casos de falleras elegidas a falta de apenas un par de ejercicios de recibir el «bunyol de llorer», al estar cerca de los 35 años de edad.
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