Gijón volvió a latir al ritmo de las explosiones de color y sonido en la madrugada de este viernes, siempre fiel a una cita que cada 14 de agosto concentra la mirada y el pulso de la ciudad hacia el cielo. La Semana Grande tocó esta noche uno de sus puntos más altos con una Noche de los Fuegos que firmó con pólvora la cima de un espectáculo que ya es historia: nunca antes se había reunido tanto material (1.600 kilogramos de pirotecnia), tanta potencia (21.500 detonaciones) y tanta expectación: las playas, el Muro de San Lorenzo y el entorno del puerto deportivo se transformaron, como es habitual, en un graderío improvisado donde miles de personas buscaron el mejor ángulo para no perder ni un destello de los que salpicaron el cielo. Además, la meteorología respetó y la villa pudo driblar a los chubascos que prometían aguar el show según la previsión de principios de la semana.
El Cerro de Santa Catalina volvió a ser el único escenario de lanzamiento, después de que Demarcación de Costas pusiera freno a los planes municipales de que los arenales de San Lorenzo y Poniente se sumasen a una coreografía que hubiera sido a tres pistas. Pero el monopolio de la península no restó espectacularidad: Pirotecnia Zaragozana, en su tercera edición consecutiva, desplegó un arsenal de 1.800 órdenes de disparo y una partitura visual de cincuenta secuencias. Treinta y cinco tonalidades de color y más de cuarenta efectos —palmeras, crossettes, cascadas, kamuros, corazones, medusas, caras sonrientes— pintaron una cúpula celeste que, por momentos, parecía encenderse por completo.
La apertura, como había prometido el director artístico Luis Brunchú, fue «alto ritmo»: ráfagas rápidas y brillantes, con truenos que resonaron en las fachadas de Cimavilla y arrancaron el primer aplauso unánime de la noche. Era el aviso de que lo que venía iba a dejar a los gijoneses sin aliento.
La meteorología dio tregua. Tras una jornada de amenaza de chubascos, la noche fue benévola: cielo despejado, unos 23 grados y una brisa ligera que despejaba el humo y mantenía el cielo lo bastante limpio como para que los destellos fueran visibles desde todo el municipio.
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