El propietario y empresario de la plaza de toros de Tarazona, Juan José Vera, cuenta a EL ESPAÑOL DE ARAGÓN de dónde viene su pasión por este mundo y qué le llevó a comprar el coso tras más de una década cerrado, un proyecto en el que ha invertido cerca de tres millones de euros y que pretende dejar como legado a su ciudad natal.
El también presidente de Valfondo, una compañía referente del mundo de la logística, cuenta, además, cómo conoció a Aarón Palacio, un joven novillero aragonés que triunfa allá donde va y que tomará la alternativa el próximo 20 de septiembre en Nimes con dos “primerísimas figuras” del toreo.
Vera ve esperanzado el futuro de la tauromaquia a pesar de los “ataques” que viene recibiendo en los últimos años. Recalca que las grandes ferias se llenan como nunca, y que entre los jóvenes se está viviendo un repunte “sorprendente” que “va a más”.
Vera, en el burladero de la plaza de toros de Tarazona.
E. E.
Nos reunimos con el empresario Juan José Vera en su despacho, pero, esta vez, no para hablar de negocios, sino de su verdadera pasión: los toros. Un cuadro de la emblemática plaza de Tarazona (Zaragoza) y una escultura de la fachada del Ayuntamiento ya avanzan por dónde va a ir la conversación.
Aunque los avatares de la vida le llevaron a salir de su querida ciudad natal, casi 30 años después, ya casado y con dos hijos, ha vuelto y lo ha hecho con un objetivo: convertir a esta localidad de algo más de 10.800 habitantes “en un referente taurino en España”.
Una de sus grandes ilusiones es Aarón Palacio, el novillero aragonés que acumula éxitos por donde pasa y que este pasado mes de mayo salió a hombros de La Maestranza.
“Es un ser excepcional y como torero, va a ser una figura. Lleva en mi casa tres años, lo he visto torear de todas las maneras, y ahora que ya es un novillero a punto de tomar la alternativa, triunfa allá donde va de manera rotunda. Lo ha hecho en Sevilla, en Valencia, en Madrid, en Pamplona… Tiene por delante unas perspectivas tremendas”, cuenta orgulloso.
Juan José Vera y Aarón Palacio, a las puertas de El Taramal.
E. E.
Los elogios no terminan ahí. “Aarón torea como los ángeles, y siempre con una sonrisa en la cara y un cariño que engancha a la gente. Tiene una conexión sorprendente”, afirma.
Él lo conoció al comprar una finca en Jerez: “Me hablaron de él. Estaba empezando y contacté con Miguel Cuartero, el profesor de su escuela. Al poco lo vi torear en Ejea de los Caballeros y me di cuenta de que tenía algo diferente”.
El siguiente capítulo se vivió en la propia finca. “Pedí a mis amigos de las ganaderías que le echaran alguna vaca y lo confirmé. Y ya cuando lo vi delante de un toro, teniendo él solo 16 años (ahora tiene 20), nos dejó sin palabras. Le pegó tres tandas y nos quedamos diciendo: ¿pero esto qué es? Cuanto más grande es el toro, más se crece. Vive y progresa intensamente”, asegura.
Aarón Palacio, en la plaza de toros de Valencia el pasado 9 de marzo.
E. E.
Pero detrás del talento también hay un gran esfuerzo. “Este chico se levanta a las 6.00 y a las 22.00 hay que decirle que es hora de cenar. Entrena más horas que un reloj. No para de correr, ir al gimnasio, al tentadero… Y todo eso, cuando va a la plaza, se ve”, agrega.
Su prometedora trayectoria hace que “todos”, desde toreros a picadores, banderilleros, empresarios y apoderados, estén “locos” con Aarón Palacio. Solo en los próximos meses tiene una docena de novilladas firmadas, y el próximo 20 de septiembre tomará la alternativa en Nimes con José María Manzanares como padrino, Andrés Roca Rey de testigo y Jandilla como ganadería.
Recuerdos de la infancia
Mientras se acomoda en su sillón, Vera se declara directo y sin rodeos “de Tarazona”, y de inmediato se le ilumina la cara al evocar su infancia y su juventud, unos recuerdos “extraordinarios” que le han marcado de por vida.
“Viví allí hasta los 35 años, una infancia feliz con mis padres y mi hermana. Tuve amigos que todavía conservo, y ahora, tras muchos años, nos hemos vuelto a reencontrar. Hacemos varias reuniones al año, estoy plenamente satisfecho”, admite.
Las anécdotas de aquella etapa se suceden. “En aquellos años vivíamos todos en la calle, había una libertad absoluta. Era diferente, nadie tenía miedo a que le robaran. La vida era sencilla, pasaba las vacaciones de verano en el campo, íbamos a coger cerezas, fresones, melocotones… Entonces no había consolas y, aunque ya existían las primeras televisiones, solo nos dejaban verla una hora al día”, comenta.
Para él, Tarazona “no es solo la ciudad”. “Lo importante son las personas. La ciudad no deja de ser un conjunto de casas. Lo que realmente llena son las personas que has dejado, la amistad de aquellos con los que naciste”, agrega.
Lo más bonito es que todo ese grupo de amigos -que ahora ya rondan los setenta años- se ha vuelto a reunir: “Tenemos un grupo de WhatsApp y al menos una vez al año hacemos una cena solo los de la pandilla, sin mujeres ni maridos”.
Esos reencuentros siempre tienen algo de romántico y especial: “Revivimos aquellos momentos, ponemos música de entonces, y estamos juntos en la plaza, en medio del ruedo o donde sea. Es muy agradable”.
Pero su emoción crece cuando habla de la reapertura de la plaza de toros: “Hay personas muy mayores que, cuando la reabrimos, se pusieron a llorar. Tarazona y su plaza tienen raíces muy arraigadas y ver a la gente feliz y recuperar algo para todos es lo que te llena. Fue una forma de devolver algo a mis paisanos”, reconoce.
La historia de la plaza está estrechamente ligada a la pasión de Juan José Vera, aficionado “desde niño”. Allí iba con su padre desde los ocho años, viviendo momentos sobrecogedores como la grave cogida a Jaime Ostos.
Ese vínculo hacía que, para él, la plaza fuese mucho más que eso.
El ruedo llegó a estar cerrado más de una década por deficiencias técnicas. “Era de un consorcio de muchos propietarios, entre cincuenta y sesenta, y nadie se ponía de acuerdo para invertir, hasta que, por recomendación de los servicios técnicos, el Ayuntamiento lo cerró”, explica.
La solución llegó cuando él, haciendo un importante esfuerzo económico y personal, decidió comprar la plaza, una inversión que, según reconoce con sencillez, sabe que nunca va a recuperar.
Ponerla a punto ha costado cerca de tres millones de euros, ya que se encontraba “deterioradísima”. “Ahora está preciosa, restaurada de arriba a abajo. Aún hay cosas por hacer, pero se ha recuperado la ilusión”, afirma.
Actualmente, de hecho, es mucho más que toros. Acoge bodas, comuniones, reuniones de amigos de toda España que hacen tentaderos con vaquillas, e incluso hace poco ha sido escenario de un encuentro de Bomberos. “La ilusión es poder hacer conciertos. Hay que cumplir una serie de requisitos, pero estamos trabajando en ello”, apunta el empresario.
El proyecto le está robando “mucho tiempo” a él y a su hija Ana, que también está “plenamente involucrada”, pero ambos lo hacen a gusto. “Siento que aquí hago algo que queda para siempre, algo para el disfrute de la ciudad de Tarazona”, dice un hombre al que le ‘gusta’ complicarse la vida.
Más que un negocio, la plaza es un legado: “A mis hijos les he puesto como condición de muchas otras que la plaza no se pueda vender jamás. Ha de seguir en la familia”.
Con esos algo más de 10.800 habitantes, Tarazona tiene dos plazas de toros, algo que pueden decir muy pocas localidades de dentro y fuera de Aragón. “Muy pocos pueblos de este tamaño, por no decir ninguno, tienen una feria con cuatro festejos como va a haber este año: dos novilladas y dos corridas de toros, además de un día de festejos populares”, comenta.
El primero de ellos será el domingo 24 de agosto, una novillada sin caballos que servirá de aperitivo, mientras que la feria propiamente dicha comenzará el jueves 28.
Con semejantes mimbres, el futuro parece, igualmente, esperanzador.
Un repunte “sorprendente”
En los últimos años, señala Vera, el mundo del toro ha recibido muchos ataques y atravesado numerosas dificultades. “Antes, un torero era un ídolo pero hoy, todos los que pueden hacen por denostar la fiesta y prohibirla lo hacen”, lamenta.
Pero “en contra de todo esto” se está viendo un repunte “sorprendente”. “Las ferias que han quedado, desde Madrid a Sevilla o Pamplona, se llenan como nunca. Hay mucha gente joven y va a ir a más”, dice.
A ello ayuda que haya entradas baratas para este colectivo e iniciativas como los ‘cromotoros’: cromos de los toreros y las ganaderías que causan furor entre los más pequeños. “Mi nieto de 12 años se los sabe todos, y como él, toda su cuadrilla. Eso no lo había visto nunca. Si transmitimos la pasión de padres a hijos, de abuelos a nietos, la fiesta puede seguir”, reflexiona.
También destaca las cientos de familias que, en toda España, viven gracias a la ‘fiesta del toro’. “Los toreros son solo la parte final, detrás hay mucho más. Desde que nace un toro hasta que lo llevas a la plaza hay ganaderos, veterinarios… No hay en el mundo un animal que esté tan cuidado”, resalta.
Nos despedimos de Juan José Vera con la sensación de que hemos hablado de algo profundo, difícil de explicar y que solo entiende quien conoce el valor de las raíces y la memoria. En su despacho, el cuadro de la plaza de toros parece mirar al futuro, igual que hace él, entre recuerdos y una pasión que sigue creciendo cada verano.