En un país donde más de la mitad del territorio es forestal, la falta de gestión activa de nuestros montes ha llevado a una acumulación creciente de residuos vegetales -ramas, leña, matorrales- que, con la sequía y el aumento de temperaturas, se convierten en combustible para incendios cada vez más graves. Tan solo en la última década, los incendios forestales han liberado una media de 1,4 millones de toneladas de CO2 al año según un informe de CRECEMOS sobre Gestión de Incendios Forestales.
Combustibles renovables
Los combustibles renovables son una fuente de energía que se obtiene a partir de materias primas orgánicas -como los aceites usados, restos de poda o residuos de la ganadería, la agricultura o la industria agroalimentaria- o a partir de fuentes renovables no orgánicas.
Son combustibles cero emisiones netas en el uso del vehículo porque, aunque generan una emisión de CO2 cuando se utilizan en un motor de combustión, es la misma cantidad que se retiró de la atmósfera para poder producirlos. Es decir, el CO2 pasa a formar parte de un proceso circular.
Necesitamos tener en cuenta todas las opciones tecnológicas disponibles, complementándose entre sí, eligiendo la mejor tecnología para cada momento y para cada necesidad.
Movilización sostenible
Frente a este contexto, el estudio de CRECEMOS propone una vía para transformar esta amenaza en una oportunidad. La movilización sostenible de un millón de toneladas de biomasa forestal anualmente permitiría reducir de forma significativa la carga vegetal inflamable, disminuir el número y la intensidad de incendios y, de forma paralela, aprovechar estos residuos como materia prima para producir combustibles renovables.
En concreto, se estima que podrían generarse hasta 440.000 toneladas de combustibles renovables, equivalente a llenar el depósito de ocho millones de vehículos ligeros, tomando como referencia una media de 55 litros de combustible por vehículo. Esta cifra, de materializarse, permitiría evitar la emisión de otras 580.000 toneladas de CO2, además de dinamizar la economía rural con una inversión estimada de 1.600 millones de euros y la creación de más de 1.700 empleos en plantas industriales, en la fase de construcción de los proyectos.
En regiones como el noroeste peninsular, donde el potencial de biomasa está aún infrautilizado, este enfoque permitiría reducir el riesgo de grandes incendios a la vez que se promueve la reactivación económica de zonas rurales hoy despobladas. Además, la normativa europea —a través de la Directiva sobre Energías Renovables (RED)— ya promueve este tipo de aprovechamiento sostenible, y en España existe incluso la obligación legal para que las comunidades autónomas elaboren planes específicos de gestión forestal.
Estos datos, recogidos por el informe de CRECEMOS sobre Gestión de Incendios Forestales, retratan que en el conjunto de la Unión Europea, la bioenergía representa el 60% de toda la energía renovable, y el 96% de la biomasa utilizada se produce en territorio europeo, lo que refuerza también la independencia energética frente a mercados exteriores. En este sentido, es prioritario que España aproveche su potencial forestal de forma alineada con las medias europeas, lo que permitiría movilizar hasta nueve millones de toneladas adicionales de biomasa al año.
El informe concluye que los residuos forestales, gestionados de forma responsable, no solo deben dejar de ser vistos como un desecho o un riesgo, sino como una fuente renovable de valor estratégico para la transición energética de nuestro país.