No era lo que tenía pensado para hoy, pero el incendio que afectó al Parque Natural del Carrascal de la Font Roja casi me obliga a escribir este artículo. Cuando era pequeño fui realmente muy pocas veces a la Font Roja y nunca más allá del Santuario.
Curiosamente, ya en la Universidad, en la Licenciatura de Geografía, mi entonces profesor y hoy compañero Juan Antonio Marco nos llevó en una salida de campo a hacer el recorrido clásico hacia el Menetjador, subiendo por la pista forestal, el camino largo, y bajando por la senda que te adentra por un bosque que uno no podría creer encontrar en la provincia de Alicante. Para más encanto, quedaban restos de una reciente nevada en todo el recorrido.
En un momento dado, Juan Antonio nos mostró una hoja del suelo y nos dijo que esa hoja era igual que la de la bandera de Canadá porque en Font Roja había arces, aunque no sean evidentemente iguales que los de ese país. Me impactó el hecho de tener tan cerca de mi casa semejante reliquia.
Al otoño siguiente paseando por Alcoi se me ocurrió mirar hacia el carrascal y me asombré al detectar un juego de colores ocres, rojizos y amarillentos mezclados con el verde de la vegetación perenne. Ese bosque mixto compuesto de caducifolios como fresnos, arces y quejigos, y perennifolios como carrascas, pinos y algún que otro tejo es un verdadero tesoro irrecuperable en caso de incendio porque algunas especies, sobre todo las citadas en primer lugar, resultan heredadas de contextos climáticos pasados y no tengo muy claro que fueran capaces de rebrotar. Eso fue lo que la impagable tarea de los medios de extinción fue capaz de salvar ayer.
No obstante, ya como geógrafo y docente no dejo de resaltar en mis clases que la vertiente de solana, básicamente perteneciente al municipio de Ibi, que sufrió ayer un buen mordisco del fuego, no es menos valiosa que la umbría de Alcoi que he descrito, con una vegetación menos densa, pero con enorme biodiversidad, y lamento enormemente el daño hecho por el fuego, sobre todo en la estación científica de Torretes.
Mi pertenencia al Consejo Rector del Parque Natural y el hecho de conocer a los compañeros de los distintos colectivos allí representados de Alcoi e Ibi, así como a su maravilloso personal, a los que considero amigos, y algunas investigaciones sobre el clima y la gestión del Parque, me hacen sentirme muy unido al Parque y valorar especialmente el peligro que corrió.
El relativo éxito de la extinción, que no es completo porque las hectáreas quemadas no son poca cosa, no debe hacernos olvidar que los parques naturales necesitan de mejoras no solo los servicios de extinción sino, sobre todo, en la gestión. Con los recursos disponibles se hace más de lo que se puede por la implicación de los profesionales y por el cariño que alcoyanos e ibenses tienen al parque, pero ahora es precisamente el momento de reivindicar más inversiones en su conservación.