Apenas le sale un hilo de voz a María García Torres, con covid persistente, cuando, desde Valencia, intenta relatar qué supone para los pacientes contar con atención especializada ante la complejidad de su enfermedad. La afonía que tiene es uno de los síntomas que arrastra. «He llegado a estar hasta 46 días seguidos así», confiesa. Se queja de falta de coordinación desde una comunidad donde no existen consultas monográficas para los pacientes. «A mí me ha pasado que me dieran medicación para paliar una parte de la sintomatología que ha interferido con otra parte que estaba sana en el cuerpo y ahora está fastidiada. Los médicos no saben que, quizá lo que va bien para el estómago, es perjudicial para el hígado o puede interferir con el tratamiento neurológico«, explica.
Como los más de dos millones de afectados en toda España –cifra siempre estimativa, porque, pese a que han pasado ya meses del quinto aniversario de la pandemia, sigue sin haber un registro–, María aplaude que el covid persistente se considere, por fin, una enfermedad crónica. «La sensación de abandono por parte de los pacientes es bastante desesperante. Porque hay algunos que encuentran una completa incomprensión en sus médicos de cabecera, que no tienen por qué conocer la sintomatología y cómo tratarla, cuando son cosas tan específicas», señala.
El peregrinaje
Su relato, y su queja, es el de otras muchas compañeras del asociacionismo. Ese ir peregrinando de especialista en especialista. «Aparte de cómo se prolonga todo el proceso innecesariamente, las listas de espera para que te vean en determinadas especialidades son larguísimas. Luego te encuentras con esa falta de coordinación. Eso es un paso atrás constante para los enfermos«, critica.
María García es autónoma e intenta mantener su actividad profesional «bajando muchísimo la carga de trabajo»
María se contagió en agosto de 2021. Tiene 46 años y es autónoma. «Intento mantener mi actividad profesional bajando muchísimo la carga de trabajo. He podido más o menos organizarme para mantener mis ingresos. Si hubiera estado trabajando por cuenta ajena, habría sido imposible, por las bajas contiguas o la necesidad de adaptar el horario para poder descansar. No es compatible, por ejemplo, con un empleo que vaya por turnos rotatorios».
Pero, llama la atención, hay muchísimas personas que no pueden trabajar y que no tienen un reconocimiento de incapacidad. Otro gran escollo. «El dolor es muy difícil de sobrellevar pero, sobre todo, es muy difícil compaginarlo con la vida normal», asegura.
El agotamiento de Nelly
«Yo soy de 2022, de covid persistente de 2022″, se presenta Nelly Gran desde Aragón. En comparación con María, es afortunada. En su comunidad, Aragón, existe una consulta monográfica para atender a los pacientes que, por cierto, estos días se rumoreó que estaba en la cuerda floja. De momento sigue abierta. «Es verdad que en principio pedíamos que fuera un poco más ampliada, pero bueno, ahora mismo tenemos cinco especialistas«, detalla. El primer cribado corre a cargo de una enfermera. Luego cuentan con un médico de medicina interna, otro rehabilitador, una psicóloga…
Nelly Gran, enferma de covid persistente / CEDIDA
También, por supuesto, añade, con una fisioterapeuta. «Es espectacular, porque es una moza que transmite una energía… sabe cómo estamos y es verdad que a mí me ha ayudado a encontrar un nivel en el cual puedo llegar a ese punto de actividad sin que, al día siguiente o a los dos días, lo pague. El agotamiento llega en momentos a dejarte que no te puedes levantar«.
Voy muy lenta, mi cabeza va muy lenta. El agotamiento es muy fuerte. También el dolor de las extremidades inferiores
Nelly tiene niebla mental, una forma de dificultad cognitiva que incluye manifestaciones como lentitud para pensar, concentrarse o memorizar. «Voy muy lenta, mi cabeza va muy lenta. El agotamiento es muy fuerte. También el dolor de las extremidades inferiores». Después de dos años, se reincorporó a trabajar «cuando el tribunal así lo ordenó». Ha estado trabajando desde agosto hasta finales de mayo, cuando tuvo una recaída. Ahora está de baja. «No puedo físicamente, no puedo psicológicamente. No puedo seguir el ritmo, pero yo tengo esperanzas y ganas de que esta baja sea más corta y que pueda volver a la rueda antes de que me salga del todo», concluye.
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