Miguel Induráin no necesita presentación. Pentacampeón del Tour de Francia, doble ganador del Giro de Italia y leyenda indiscutible del ciclismo español, su voz sigue siendo una referencia para entender cómo ha evolucionado este deporte. Y si hay un terreno donde el cambio ha sido abismal, ese es el de la nutrición.
“Hace 30 años lo más importante era no olvidarse de comer un sándwich en carrera”, confesaba Induráin en una breve entrevista a la Gazzetta dello Sport. Lejos de los geles energéticos, los protocolos nutricionales milimetrados y los cálculos de carbohidratos por hora, el navarro recuerda una época casi artesanal. “En 1992 empezamos a tomar las primeras sales minerales y pastillas de glucosa. Pero ni siquiera puedo decir cuántos gramos de carbohidratos por hora tomé”, añade con asombro ante lo que ve hoy.
Induráin, que dominó el Tour de Francia entre 1991 y 1995, reconoce que su ciclismo poco tiene que ver con el actual. “Hoy en día es un deporte global. En mi época todo o casi todo pasaba en Italia, Francia y España. Hoy los corredores tienen cascos, ruedas y materiales increíbles. Cuando yo ganaba, apenas tenía un monitor de frecuencia cardíaca. No lo digo con arrepentimiento, cada uno tiene su época”, apunta con la calma que siempre le ha caracterizado.
Pero si algo le deja verdaderamente impresionado es el despliegue logístico que acompaña a los equipos actuales. “Mi Banesto tenía un personal de 20-25 personas, hoy los equipos con mayores presupuestos llegan fácilmente a 100”, señala. Un cambio que va de la mano con la sofisticación del rendimiento, la planificación y, por supuesto, la alimentación.
“Hoy estos chicos van muy fuertes y tienen productos a su disposición que les ayudan mucho”, afirma. La comparación con su tiempo deja entrever un ciclismo mucho más rudimentario, en el que el cuerpo era el principal laboratorio de ensayo. “Era todo muy anárquico. No se medían cantidades, no había planificaciones nutricionales. Comías lo que tenías, cuando podías”, concluye.
Lejos de la nostalgia, Induráin lanza una mirada respetuosa al presente. Reconoce los avances, se maravilla con lo que ve y deja claro que, si bien cada generación tiene su contexto, la de ahora compite con una precisión científica impensable hace tres décadas.