La siderúrgica Celsa ha suspendido indefinidamente la búsqueda de un socio industrial español, tras el rechazo certificado a principios de junio por parte de Criteria de adquirir un 20% de su accionariado. Esta era una de las condiciones que el juez había impuesto en 2023, una vez sentenció quitar la propiedad del grupo empresarial a la familia Rubiralta para dársela a sus acreedores.
La nueva dirección, liderada por el presidente no ejecutivo Rafael Villaseca, había pactado con el Gobierno buscar ese socio industrial español, pero tras la retirada de Criteria “no hay alternativas industriales españolas que podamos tomar en consideración. […] Inversores industriales no hay muchos y Celsa es un proyecto muy grande”, ha declarado Villaseca. Y es que Celsa es uno de los mayores productores de acero de Europa, emplea a unas 10.000 personas en España y facturó el ejercicio pasado 3.359 millones de euros.
Los máximos dirigentes de Celsa han comparecido este lunes para dar cuenta de los resultados de la compañía, referentes al 2024, y sus proyecciones a corto y medio plazo. Si cuando tomaron el control de la compañía tras los Rubiralta esta era “un paciente en cuidados paliativos”, ahora han salido de “la UCI, pero todavía estamos en planta y nuestra esperanza es que este año logremos el alta y podamos hablar de una compañía en el terreno de la normalidad”, ha explicado Villaseca.
La compañía todavía debe culminar su reestructuración y enjugar gran parte de la deuda heredada de los Rubiralta, que acabó costándoles a esta familia de industriales catalanes la compañía que fundaron en 1967. Deuda que, mayoritariamente, tenían contraída con los fondos Strategic Value Partners, Attestor, DWS, Golden Tree y Cross Ocean, que ahora quieren ir recuperando parte de su inversión. Actualmente, ya han logrado reducirla a la mitad, hasta los 1.896 millones de euros. En ese proceso, Celsa ha generado unas pérdidas de 281 millones de euros en 2024, si bien proyecta un ebitda -resultado operativo sin contar deuda- de 274 millones de euros.
Para este 2025 proyectan ‘ebitda’ estimado de 400 millones, un 46% superior al registrado en 2024 y para 2026 ya confían en que esa mejora les permita ir a un resultado neto de beneficios.
Posible venta de las plantas de Polonia
La hoja de ruta de Celsa a medio plazo es seguir ejecutando sus inversiones para modernizar sus plantas -la inversión prevista para 2025 es de 196 millones de euros, un 75% más que en 2024- y se plantean vender parte de sus activos en el extranjero para seguir generando recursos. Ya este año vendieron sus activos en Noruega y Reino Unido y ahora los que están en el disparadero son los de Polonia, una de sus joyas de la corona y que aporta alrededor del 20% de la facturación del grupo.
No obstante, la venta de sus plantas polacas no será inmediata, pues le ven claro margen para revalorizarse a esos activos. “Aún no es el momento adecuado, hay que reconstruir Ucrania una vez que acabe la guerra y van a necesitar acero”, ha afirmado el presidente no ejecutivo de la corporación. Mantener la integridad del grupo empresarial era otra de las condiciones que les puso el juez a los fondos acreedores para darles la propiedad de Celsa, algo que por el momento han cumplido en territorio español, no así más allá de sus fronteras.
Esos fondos irían destinados a reducir la deuda del grupo, que esperan que vayan bajando hasta los 1.106,7 millones de euros en 2028, un 70% menos de los 3.689 millones de euros de pasivo que había cuando entraron los nuevos propietarios.
Los aranceles de Trump, una palanca
Pese a los resultados negativos del ejercicio 2024, el presidente de Celsa ha augurado un «futuro brillante, […] la compañía está en muy buen camino». Y, paradójicamente, una de las palancas que impulsan dicho optimismo es la guerra comercial activada por Donald Trump. Si bien el presidente estadounidense ha impuesto aranceles al acero, principal producto de Celsa, el mercado norteamericano solo representa un 1% de sus ventas.
«Las implicaciones directas no existen», ha defendido el consejero delegado de la compañía, Jordi Carzorla, que ha añadido que las indirectas serán beneficiosas. Y es que Europa, para tratar de evitar que China inunde el Viejo Continente con su acero al no poder colocarlo en EEUU está diseñando un plan de impulso para reforzar su propia industria. A falta de definir cómo afectará al grupo ese plan de apoyo, «el peor de los casos va a ser mejor del que tenemos ahora», ha afirmado Cazorla.
Los máximos dirigentes de Celsa también se han pronunciado sobre la reciente sentencia relativa a la demanda que interpusieron contra la familia Rubiralta, por entender que les debían 504,5 millones de euros de deuda generada pero no pagada. El juzgado número cinco de lo mercantil de Barcelona reconoció la existencia de ese agujero contable, pero eximió a los Rubiralta de pagarlo por «incobrable» y porque los fondos ya sabían que era «incobrable» cuando plantearon su demanda. «Nuestros servicios jurídicos lo están estudiando y muy probablemente vamos a interponer un recurso», ha afirmado Villaseca.