Me temo que cualquier reacción es legítima, salvo la sorpresa

Pues decía Hesíodo que el principio es más de la mitad del todo, y en los inicios de la carrera política de Pedro Sánchez lo que había era una urna tras una cortina en la sede de Ferraz.

En ese mismo comienzo —lo supimos todos gracias a una exclusiva de Javier Chicote—, tuvimos constancia material del plagio de partes de la tesis del presidente del Gobierno. Desde entonces, los detalles compatibles con la realidad que hoy vivimos no han dejado de acumularse.

En estos años hemos visto al presidente prometer que no gobernaría con Podemos, para posteriormente hacer a Pablo Iglesias vicepresidente. Lo hemos oído asegurar que no pactaría con Bildu, para después alcanzar acuerdos con los abertzales. Fuimos testigos de sus palabras cuando se comprometió a acabar con los indultos políticos, y luego observamos cómo repartía indultos para sus socios.

Durante este tiempo, el Partido Socialista ha votado a favor en el Congreso de reducir las penas por malversación, una forma de corrupción económica. Hemos visto al PSOE colocar a un ministro de Justicia en el Tribunal Constitucional sin solución de continuidad. También lo hemos visto fabular con conspiraciones judiciales y mediáticas, al tiempo que señalaban a jueces y a periodistas.

Tres ministros llegaron incluso a inventar que la Guardia Civil planeaba asesinar al presidente, y les hemos visto mantener esa mentira hasta hoy. Y qué quieres que te diga, hemos sido testigos de cómo este Gobierno utilizó el Código Penal como moneda de cambio para conseguir siete síes en una investidura a cambio de la amnistía, y no sé por qué ha de considerarse más grave licitar obras públicas a cambio de dinero que comprar voluntades parlamentarias a cambio de privilegios que rompen la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos.

Así que, respondiendo a tu pregunta, Ángel, me temo que cualquier reacción es legítima, salvo la sorpresa.

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