«Muchas gracias. Si no es por vosotros, no sé qué nos hubiese pasado. Igual ya habría sido demasiado tarde y nos habría alcanzado el fuego». Conchita Fernández y Guillermo Fernández se fundían ayer en un abrazo en el portal del número 39A de la avenida Santa Apolonia. Hasta el encuentro organizado ayer por LA NUEVA ESPAÑA no se conocían de nada. Seguramente nunca se habían visto antes. Pero la casualidad se cruzó entre esta vecina –y todos sus vecinos de bloque– y la pandilla de amigos de Guillermo la madrugada del domingo, cuando regresaban a casa tras disfrutar de la noche en las fiestas de Villalegre. «Íbamos por la general y vimos unas llamas impresionantes saliendo por una ventana. No lo dudamos. Fuimos corriendo a despertar a los vecinos para que abandonasen sus casas», aseguraba ayer este joven del barrio de La Magdalena, que como afirmaban ayer los vecinos del 39A, «evitó, junto a sus amigos, lo que pudo ser una tragedia».
El relato de lo ocurrido lo hacen a la perfección Guillermo Fernández, Javier Vega y Jandro Riesgo, de entre 23 y 24 años. «Volvíamos de las fiestas de Villalegre por la general (Santa Apolonia). Cuando pasamos a la altura del bloque vimos unas llamas de la de Dios. Eran enormes. Y dijimos: ‘A estas horas no se va a enterar nadie. Tenemos que ayudar’», relata esta pandilla de héroes, en la que también estaba Emilio Rodríguez, aspirante a Policía Nacional. «Mañana (por hoy) le sale la nota, solo por esto le tenían que aprobar», coincidían sus amigos.
Tomada la decisión, los chavales cruzaron hacia el portal, que está en una vía muerta a la que se accede desde Santa Apolonia, y se pusieron a tocar en los timbres «como locos». «Hasta que alguien nos abrió y nos pusimos a pegar golpes en las puertas de los vecinos, uno por uno, para sacarlos de la cama», relató Guillermo Fernández. «Llegamos hasta el tercero, donde se habían desatado las llamas. El vecino estaba en la puerta, como ‘flasheado’. Le tuve que decir: ‘¡Macho, sal de aquí, que hay un incendio!’», recordaba ayer Fernández, que junto a sus compañeros no pudo pasar del cuarto piso para seguir dando la voz de auxilio. «El humo era muy denso», apostillaba a su lado Javier Vega.
En la vivienda de enfrente de donde comenzaron a salir las llamas vive Conchita Fernández, a la que los jóvenes sacaron de la cama. «Me despertaron al grito de: ‘Fuego’. Luego ya vi las llamas desde la ventana. Al principio dudé si bajar o no, pero al final le dije a mi marido que nos íbamos para la calle, que luego igual con el humo era imposible», relataba ayer la vecina, mientras agradecía a los jóvenes su valiente intervención: «Para que luego digan de la juventud. Ellos venían de fiesta y tan frescos. Son unos valientes».
«Si no es por ellos, no sé lo que habría pasado», reconocían ayer por la mañana Manuel Fidalgo y Álvaro Monteiro, dos jóvenes que también fueron alertados por la pandilla. «En un primer momento alucinamos, no entendíamos nada, encima yo conocía a Guillermo de haber hecho un curso con él, y me quedé como en shock. Pero pudimos reaccionar rápido y salimos gracias a ellos», afirmaban los jóvenes, que al mediodía de ayer todavía se encontraban en la calle en pijama y zapatillas.
Al poco de que los amigos diesen la voz de alarma, «unos cinco minutos después», comenzaron a llegar los efectivos de los Bomberos y de la Policía. «A los vecinos del quinto les tuvieron que sacar con la escalera del camión de los bomberos», relataban ayer los vecinos. Según fuentes del Servicio de Emergencia del Principado, cinco personas tuvieron que ser atendidas por los servicios sanitarios en el lugar de los hechos y una vecina fue trasladada al Hospital Universitario San Agustín. «No fue que tragase humo, es porque tiene problemas del corazón», explicaron ayer algunos vecinos.
Pese al susto, los vecinos coincidían ayer en que, realmente, el suceso no les ha pillado del todo por sorpresa. «La persona que vive ahí acumula basura y más basura… Estaba claro que esto podía llegar a pasar», afirmaron sobre el estado de una vivienda que ayer estaba totalmente calcinada, en la que se podía ver, desde el otro lado del cordón policial, muebles, electrodomésticos y otros enseres apilados por todas partes.
«El origen del fuego debió de ser una colilla», apuntaba por la tarde José Ángel Muñiz, amigo del propietario del piso donde se originaron las llamas, que se encontraba en la vivienda cuando se declaró el fuego. «Fue un susto muy grande», lamentó, de un suceso que pudo acabar en tragedia si no llega a ser por la valentía de Guillermo Fernández, Javier Vega, Jandro Riesgo y Emilio Rodríguez: «La verdad: nos fuimos a la cama sintiéndonos unos héroes».
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