En los Pirineos, donde la frontera entre España y Francia serpentea entre montañas, hay localidades que aún hoy no tienen del todo claro a qué país pertenecen emocionalmente. Y no es por falta de papeles. La historia, los tratados y el sentimiento de abandono han jugado un papel clave en la identidad de algunos pueblos que, aún siendo franceses, se sienten más próximos a España.
Uno de ellos, Font-Romeu-Odeillo-Via, ha protagonizado uno de los episodios más curiosos y simbólicos de las últimas décadas: en pleno 2012, su Ayuntamiento aprobó una moción para dejar de ser francés… y pasar a ser español.
La localidad de Font Romeu es idílica
font-romeu, el pueblo que dijo basta de francia
Font-Romeu, una pintoresca localidad de la Alta Cerdanya francesa, decidió un día de febrero, con temperaturas bajo cero, hacer algo tan insólito como simbólico: votar en el pleno municipal su voluntad de separarse de Francia y unirse a España. El objetivo, lejos de tener efectos legales, era lanzar un grito de protesta.
El alcalde Jean-Louis Demelin y su equipo estaban hartos. La gota que colmó el vaso fue la decisión del Ministerio de Educación francés de recortar varias plazas de docentes en la comarca, lo que dejaba aún más desatendidas a las escuelas rurales. En medio de esa situación, los vecinos vieron clara su opción: reivindicar una vinculación histórica con la cercana localidad de Llívia, que aunque pertenece a España, está completamente rodeada por territorio francés. Así nació una moción que, aunque no cambiaba fronteras, sí ponía el foco sobre un malestar profundo.

Este pequeño pueblo llegó incluso a desafíar el Tratado de los Pirineos
Lo más llamativo de esta historia es que la moción no solo miraba al presente, sino al pasado. Font-Romeu pedía nada menos que revisar el Tratado de los Pirineos de 1659, firmado entre la monarquía hispánica y el reino de Francia para poner fin a la Guerra de los Treinta Años. Aquel tratado entregó a Francia parte del condado del Rosellón y de la Cerdanya, pero dejó una pequeña isla española en medio del nuevo territorio francés: Llívia.
Fort-Romeu quería anexionarse al pueblo de Llivia, que es español pero está geográficamente en Francia
EL REFERÉNDUM QUE LLEGÓ A OCURRIR… PERO QUE NUNCA TUVO EFECTO
Con este argumento, los concejales de Font-Romeu reclamaban algo tan inaudito como el regreso de su pueblo a España, como parte de una “Cerdanya catalana”. No era una broma ni una ocurrencia puntual: era un gesto serio, cargado de simbolismo, que reflejaba el desencanto de muchos pueblos fronterizos con su administración central.
Lo de Font-Romeu no fue un episodio único. A finales de los años 80, los municipios de Les Angles y Eyne, también situados en la región francesa de la Cataluña Norte, expresaron en distintos momentos su deseo de integrarse en Cataluña. En todos los casos, el hilo común era el mismo: abandono, olvido institucional y una fuerte identidad catalana que sigue viva al norte de los Pirineos.
Estos pueblos, aunque pertenecen a Francia desde hace siglos, conservan raíces culturales y lingüísticas que los vinculan con Cataluña. Muchos de sus habitantes hablan catalán, celebran fiestas tradicionales comunes y mantienen vínculos económicos y afectivos con el sur.

Font Romeu quiere ser parte de una Cerdenya catalana… dentro de España
Font-Romeu no es un pueblo cualquiera. Ubicado a más de 1.800 metros de altitud, es uno de los destinos más conocidos del Pirineo francés para los amantes de los deportes de invierno. Sus pistas de esquí, inauguradas en los años 20, son de las más antiguas de Europa. Además, cuenta con un centro de entrenamiento de alto nivel que fue clave para preparar a los atletas franceses de los Juegos Olímpicos de 1968.
Pero este rincón montañoso no solo vive de la nieve. Font-Romeu también es famoso por su horno solar en Odeillo, una gigantesca estructura científica que aprovecha la luz del sol para generar energía. Esta apuesta por la sostenibilidad ha hecho que el pueblo combine tradición, deporte y tecnología en un entorno natural privilegiado.
Hoy, más de una década después de aquella moción simbólica, Font-Romeu sigue siendo francés. Pero el gesto quedó en la memoria colectiva como un símbolo del hartazgo de muchos pueblos de montaña que, entre papeles del siglo XVII y decisiones políticas modernas, sienten que viven en una tierra de nadie.