Ejerció Pete Hegseth, secretario de Defensa estadounidense, de vendedor de armas a domicilio. En la cumbre anual de Defensa de Asia ha recomendado a todos los ministros del ramo que aumenten su presupuesto de Defensa con la tranquilidad de que Washington no desatenderá a nadie. La excusa no es nueva: la amenaza china y esa “inminente” invasión a Taiwán que se ha anunciado durante cuatro décadas.
“No hay razón para endulzarlo: la amenaza china es real y puede ser inminente. Pekín se está preparando militarmente para usar su fuerza y alterar el equilibrio de poder en el Indo-Pacífico”, alertó Hegseth en el Diálogo Shangri-la que se celebra esta semana en Singapur. Su objetivo más próximo, vaticinó, es la anexión violenta de Taiwán, que podría ejecutar en 2027. “El Ejército de Liberación Popular está mejorando lo necesario para conseguirlo, entrena cada día para ello”, añadió. El cuadro supone una llamada de alerta “urgente”, terminó.
Expuesto el diagnóstico, el jefe del Pentágono expidió la misma receta que en Europa: que el continente más poblado del mundo y con conflictos históricos sin cauterizar se arme hasta los dientes. Sus Gobiernos deberían aumentar el presupuesto de Defensa hasta el mismo 5% del PIB que se espera de los miembros de la OTAN, recomendó. “Pedimos, e incluso insistimos, a nuestros aliados que cumplan con su parte en Defensa. No tiene sentido que los países europeos lo hagan mientras los asiáticos gastan menos cuando sufren una amenaza aún mayor, por no hablar de Corea del Norte”, razonó. Y Estados Unidos, tranquilizó, no discriminará “a diferencia de anteriores administraciones”. “Abrimos nuestros brazos a todo el espectro de países, a los aliados tradicionales y a los no tradicionales”, avanzó.
La inquietud de Hegseth por Taiwán es paradójica cuando su jefe ha mostrado escasa empatía con la isla. Trump ha acusado a Taipéi de “robar” a Estados Unidos la industria de microchips y, en contra del férreo compromiso de Joe Biden, no ha aclarado si la auxiliará en caso de ataque chino. A Japón y Corea del Sur les asusta el fin del tradicional paraguas militar estadounidense después de que Trump les amenazara con retirar las decenas de miles de tropas si no asumían el grueso de la factura. Y todo el continente, especialmente el sudeste asiático, lamenta los aranceles que castigan su economía.
Macron, protagonista
La jornada también tuvo a Emmanuel Macron como protagonista. El presidente francés propuso una alianza entre Europa y Asia para evitar convertirse en “daños colaterales” de la pugna entre China y Estados Unidos. También admitió que la imagen europea corre peligro por no destinarle el mismo brío a Ucrania y Gaza. “Si abandonamos Gaza, si consideramos que Israel tiene carta blanca, incluso aún condenando los ataques terroristas, mataremos nuestra credibilidad frente al resto del mundo”. Y al regresar a Ucrania acabó en tierras movedizas: si se le permite a Moscú tomarla “sin restricciones… ¿Qué podría pasar con Taiwán?”, se preguntó. A la sucinta alusión respondió con rapidez y furia la embajada china de Singapur. Esa comparación, aclaró, es “inaceptable”. Taiwán es parte de China y los dos conflictos son de naturaleza totalmente diferente, añadió. Lo siguiente lindó con el trabalenguas: “Si alguien intenta denunciar un doble rasero usando un doble rasero, el resultado es un doble rasero”.
China no envió a su ministro de Defensa a Singapur por primera vez en cinco años. El Diálogo de Shangri-la era una buena oportunidad, incluso en los tiempos más áridos, para que el representante chino y el estadounidense hablaran en sus márgenes. No ha explicado Pekín las razones y solo hay conjeturas. La casuística muestra que detrás de las ausencias de un ministro de Defensa chino hay una investigación previa a su despido fulminante. La presencia de Dong Jun en las últimas semanas en diferentes foros anula la teoría. Quizá las últimas medidas de Trump (la revocación de visados estudiantiles y las restricciones a la exportación) hayan agotado la paciencia china. O quizá Dong no tenía estómago para escuchar los comprensibles lamentos de sus vecinos, especialmente Filipinas, por sus tropelías en aguas en disputa. La única certeza es que su ausencia dejó vía libre para otra ración estadounidense de peligro amarillo.
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