ChatGPT tardó días en enterarse de que en Roma había un nuevo papa. El lunes siguiente a la ‘fumata blanca’, cuatro días después, aún no lo sabía. Bastaba preguntárselo para comprobarlo. Teniendo en cuenta que algo similar ya ocurrió con Donald Trump, el 47º presidente de Estados Unidos, no sorprende demasiado. La máquina incluso hubiera enternecido si no fuera que León XIV, el nuevo Papa, no parece precisamente un fan ni de ChatGPT, ni de la inteligencia artificial en sí. «Es un desafío», ha repetido varias veces Robert Prevost desde que es Pontífice, en aterciopelado lenguaje eclesial.
El viejo-nuevo mundo analógico ha sido más rápido. Una paradoja, digámoslo así. En las callejuelas de Borgo Pío, pegadas a las murallas vaticanas, un productor de helados incluso ya ha creado un nuevo sabor, el ‘Leonem’. Lleva ‘peanuts’, es decir, cacahuetes, para conquistar a paladares ‘american’, turistas que los fondos de inversión esperan que ahora acudan en masa a Roma. No ha sido el único. En Alemania, durante los días del cónclave, otro se inventó el sabor ‘Konklave Eis’ (helado del cónclave), básicamente una mezcla de panna cotta y frambuesa, que desató la curiosidad en las redes sociales.
Límites a los ‘souvenires’
Los vendedores de baratijas del barrio también están fuera de sí. Tras la llegada de cientos de miles de turistas a Roma para la elección papal, quienes les reclamaron ‘souvenires’ de todo tipo con la imagen de León XIV, han hecho saber que hay que esperar. La razón: el ya fallecido Francisco introdujo reglas más estrictas para el uso de fotografías de los papas en tazas, mecheros y monedas. Por eso, desde hace tiempo, es necesario pedir autorización al Vaticano, y eso lleva tiempo. Una semana o un mes, aún no está claro. Eso sí, la Limosnería Apostólica, el organismo vaticano encargado de estos menesteres, ya ha comunicado que la instantánea del Prevost ya está disponible para quienes deseen solicitar una bendición en papel para bautismos, matrimonios, ordenaciones sacerdotales y otros aniversarios.
En Castel Gandolfo, una de las residencias de descanso de los papas hasta que el difunto Francisco la convirtió en museo, a unos 30 kilómetros del Vaticano, también están calentando motores. El consejo municipal del pequeño pueblo ya ha celebrado una reunión para expresar su «devoción» al nuevo Papa estadounidense-peruano. El mensaje: se espera que el hombre que es ahora jefe de la Iglesia católica vuelva a las tradiciones que rompió Francisco y descanse allí. Eso es: un buen horizonte para las arcas públicas.
«Nos auguramos poder recibirle en lo que Juan Pablo II calificó como el Vaticano Segundo. Le deseamos también un buen camino y una buena misión», ha dicho Paolo Gasperini, presidente del consejo municipal. «Este mensaje es testimonio del profundo sentimiento de tradición y de fe de Castel Gandolfo, localidad de los ‘Castelli Romani’ que hasta hace pocos años fue residencia de verano de los pontífices», ha opinado ‘Castelli Notizie’, una web local. Con todo, el equipo de fútbol de la Roma, uno de los dos de la capital, también ha manifestado interés y al parecer ya ha pedido audiencia con el nuevo Papa.
Sea como fuere, lo que mucho les ha llamado la atención a varios analistas italianos no ha sido esto, sino precisamente el interés papal por el mundo digital. Elon Musk, uno de los tantos jinetes negros de la inteligencia artificial debe estar desternillándose de risa. Desde las terrazas de los edificios cercanos a la plaza de San Pedro, sus satélites Starlink, que asimismo usan esta tecnología, también sirvieron para retransmitir las cientos de horas de directos por televisión sobre la muerte de Francisco y el cónclave de León XIV.
Confusión
El asunto se complica aún más si se recuerda que, antes de León XIV, Francisco también repetía día y noche que le preocupaba que la IA se convirtiera en otra herramienta del capitalismo para explotar y generar más desigualdad. Nota al margen: al igual que las corrientes transhumanistas del actual Silicon Valley —que tanto recuerdan al mesianismo antropocéntrico del cosmismo ruso de finales del siglo XIX, que promovía la búsqueda de la inmortalidad como fin último de la humanidad—, esto podría explicar también el temor de la Iglesia católica ante el posible surgimiento de viejas-nuevas religiones para un viejo-nuevo mundo.
A juzgar por la histeria con la que los cronistas estadounidenses están viviendo el momento, diríase que la cosa —al menos por ahora— también ha sembrado confusión en el mundo terrenal. En la primera audiencia concedida por el Papa a los medios de comunicación ocurrieron escenas curiosas. Varios reporteros —de un número notable de medios muy leídos— se colaban o suplicaban por un lugar en las primeras filas, solo para poder saludar al nuevo Papa y, acto seguido, escribir en sus periódicos o contar en sus programas de televisión que el pontífice les había saludado. Todos lo vieron.
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