En sus más de 30 años de carrera en televisión, Andreu Buenafuente (Reus, Tarragona, 1965) ha pasado por unas cuantas cadenas. Una de las que le faltaba, La 1 de TVE, la acaba de borrar ya de la lista de cosas pendientes después del estreno hace una semana de ‘Futuro imperfecto’ en el ‘prime time’ de los jueves, el programa en el que saca punta de la actualidad con su característica ironía.
En el primer programa empezó ya con una declaración de intenciones. Dijo que no había recibido ninguna injerencia de nadie, ni del Gobierno, ironizando sobre todo lo que se dijo con el fichaje de Broncano por TVE.
En los tiempos actuales la sospecha y el prejuicio está a flor de piel, así que pensé que sería mejor explicar ya al principio que sería un programa en el que haremos la crónica del mundo desde la comedia y tocaremos muchos temas, de sociedad, de política, pero libre de injerencias.
¿No hay líneas rojas?
No. Lo que busco es reflejar una cierta madurez audiovisual casi de país, lo que es muy ambicioso. En otros países más o menos civilizados la gente hace programas y la comedia está al margen de estas cosas. Así que pensé: vamos a dar un paso aquí, con un programa en el que se habla de todo y no hay problema. Lo que sí que tiene es un criterio editorial, que es el que le das tú. Al final funcionamos como un semanario. Hay un equipo de ocho guionistas, y yo mismo, y cada semana ponemos el mundo encima de la mesa, decimos esto sí y esto no. La línea roja es nuestro criterio.
¿Pero cree que tratando temas políticos puede levantar ampollas?
A estas alturas llevando tantos años, y lo digo sin ningún tipo de vanidad, ya no me preocupa mucho. Me preocupa que el programa quede bien. Sabes que puede llegar la repercusión, y eso es bueno porque si repercute es que trasciende. También veo el origen de las quejas, los interlocutores que quieren conseguir su cuota de atención, y esa no es mi guerra.
¿Alguien le ha dejado de hablar por alguna broma que ha hecho en un programa?
No. Tampoco soy un perfil de cómico ácido, agrio, incómodo. Cuando hago actualidad toco un poco las narices y hay gente que se puede molestar, pero normalmente el balance es de respeto y de una repercusión bastante serena. Una cosa que he detectado que molesta es cuando hablas de gente que está condenada o imputada por delitos fiscales. Me sorprende, y pienso: pues más me enfado yo como contribuyente, que pago mis impuestos.
«Hice un programa sin cobrar en el que aprendí mucho del valor de equipo»
¿Por qué ha tardado tanto en hacer un programa en TVE?
Me faltaba esta y el grupo Mediaset. Mira, va como va. Después de tantos años, poder hacer una propuesta de tele de autor es un privilegio, porque no es tan fácil. Yo veo cómo va el consumo y las grandes teles no están por eso. En cambio las públicas son una buena pista de aterrizaje, porque es donde tiene cabida la autoría, la tele un poco diferencial y arriesgada. Cuadró esta opción en TVE y les dije, como el artesano que tiene un producto: Yo hago esto. ¿Os gusta?
A pesar de llevar 40 años en radio y televisión, ¿todavía siente el gusanillo al salir al teatro frente a 700 personas, como hace en ‘Futuro imperfecto’?
Sí, pero es un gusanillo de nervios mezclado con emoción. Más que un nerviosismo que bloquea, es del que te dispara. Aquí, cuando salgo, la gente se pone de pie y da un poco de rubor. También estoy en una etapa en la que creo que todo lo que haga debe tener un sentido, porque podría parar, hacer radio y estar fuera del foco. Este proyecto me lo planteé mucho y pensé, sin que suene mesiánico: ¿Por qué no pones toda tu experiencia en un proyecto que haga una aportación chula a la sociedad desde la comedia? Yo no quiero cambiar nada, tampoco podría. Pero es que el mundo está hecho una mierda, con la polarización y el bajo nivel de los líderes mundiales. ¿Me quedaré en casa haciendo radio? Mejor aportar lo que sepas. Es chulo y emocionante salir con libertad a hacer comedia tocando unas cuantas llagas. Porque en mi trayectoria he hecho muchas cosas, algunas más o menos alimenticias y que, cuando las he acabado, he pensado: ¿Por qué lo hice?
¿Le ha pasado muchas veces?
Muy pocas, pero alguna. Hay un tramo de la crisis del 2011-2012 muy duro, en el que sufrimos todos. Yo tenía que hacer tele, esteba muy mal pagada, los medios bajaron en picado, cayó el 50% de la facturación en publicidad… Hasta hice un programa sin cobrar.
¿Cuál?
En ‘En el aire’ no cobraba como presentador. Teníamos tan poco presupuesto, con todos los compañeros remando, que como ya cobraba muy poco de la productora dije que no lo haría como presentador. Al cabo de unos meses ya volví a pedir que me pusieran un sueldo, por una cuestión psicológica. Fue un momento muy sacrificado de tele en directo, a las doce de la noche o la una, pero aprendí mucho del valor del equipo, del esfuerzo.
¿Enterrar su faceta empresarial le hizo dormir mejor?
Mucho. La productora pasó por momentos de todo tipo, era una montaña rusa. Cuando nos comenzamos a recuperar y fichamos por Movistar, con un buen contrato, dije que sería el momento de asociarnos con una gran empresa y seguir trabajando. Quería buscar una tranquilidad, porque esa cosa bipolar de empresario y artista no sé cómo la pude hacer. Era escuchar en un despacho que los bancos nos iban a matar y después abrir la puerta y tener a 500 personas de público a las que había que hacer reír. Y una cosa curiosa: cuando firmamos con Mediapro, a las dos semanas, estalla la pandemia, y viene otra crisis. Me confirmó lo irregular que es este negocio. Fue muy duro, porque era maravillosamente dramático hacer un programa con la gente encerrada en casa, pero nos permitió ganar el Premio Nacional de Televisión.
En el primer programa de ‘Futuro imperfecto’ tuvo a su madre entre el público. No es la primera vez. ¿Le da suerte?
No, pero me hacía ilusión. Tiene 89 años. Las madres de los artistas ven mucha tele y a veces pierden neutralidad, pero la mía si no le gusta algo me lo dice. Y el otro día me dijo: Me gustas porque me sorprendes. Me aferro a eso, porque la sorpresa es un activo fundamental del entretenimiento y de la comedia.
A usted sí que le sorprendió Sílvia Abril, su mujer, en el primer programa, saliendo disfrazada de Melody.
¡Yo no lo sabía! Jugamos con la sorpresa, también escondiendo información, es una marca de la casa. Ella me mandaba mensajes diciéndome que estaba en un rodaje, fotos… Después de tantos años creo que es chulo mantener este juego. Muchos dirían: a mí dame algo previsible, que pueda controlar, pero a mí me va el rock and roll.
¿Cree que le ha venido bien esa mezcla charnega, del ‘seny’ catalán y la alegría andaluza?
No lo sabré nunca, porque el misterio de un carácter es indescifrable. Pero lo romantizo y quiero pensar que la mezcla es maravillosa. Yo me he criado viajando a Andalucía, con tías y abuelas, y he visto fiesta, y después otra fiesta más barnizada por el carácter catalán. Siempre he querido pensar que soy un catalán contenido, pero que luego sale una fiesta que ni yo mismo sé que tengo, y es chulo. Sobre todo, es orgullo y dignidad por una generación de gente que vino tocadísima de la guerra civil y ayudó a construir este país.
¿Cómo es compartir cadena con Belén Esteban?
Yo no la he fichado, es una cosa de la dirección de TVE, y he decidido que no tengo que hablar de ese tema porque llega un momento en el que mi opinión solo colabora a la confusión. Es un tipo de televisión que yo no consumo habitualmente, pero por respeto a la gente que está por encima y que ya deben de tener bastantes follones, prefiero hablar de mi programa.
CCOO de RTVE en Catalunya criticó su programa porque se había externalizado la producción.
Los sindicatos hacen su trabajo y hay que respetar su opinión. Pero yo creo que la tele pública también tiene que trabajar con la industria. Es un tema pendiente de regularizar, que las estructuras de las grandes empresas públicas puedan seguir subsistiendo, pero han de poder colaborar, porque el talento y la creatividad también están fuera. Es un tema delicado y no quiero herir a nadie, entiendo que cada uno defiende su puesto de trabajo, pero una tele rica es la que interactúa con la industria audiovisual.