El jubileo de la Esperanza que celebra la diócesis es lo que ha motivado un profundo cambio este año en la procesión de la Penitente Hermandad de Jesús Yacente. Sobre todo con un aspecto fundamental que hubieron de tener en cuenta los amantes del momento cumbre de la procesión, el canto del Miserere, que abandonó su habitual espacio del centro de la plaza de Viriato por la plaza de la Catedral, colocado en coro en el frontal del Museo Baltasar Lobo. Si el Miserere se canta al final del desfile y este año acababa en la Catedral es lógico que fuera allí donde las voces masculinas entonaran la polifonía zamorana que ha traspasado fronteras.
Un hermano iluminado por la vela del hachón. | MIGUEL ÁNGEL LORENZO
Fue esta una salida del Jueves Santo por la noche sin sobresaltos, paraguas ni urnas con las que proteger al Cristo Yacente. Lo decían ya las previsiones, lo que amortiguó lo suyo la ansiedad de los congregantes que veían como las nubes se hacían cargo del cielo zamorano desde la media tarde.

La procesión sale de la Catedral. | MIGUEL ÁNGEL LORENZO
La comitiva penitente partía a las once de la noche desde la Santa Iglesia Catedral por el motivo mencionado del jubileo de la Esperanza marcado por la diócesis. Componía el desfile una bella estampa con la Catedral al fondo, pero la imagen nada tenía que ver con la que se produce en los templos que históricamente han servido de punto de partida para los nazarenos del Jueves Santo, como Santa María la Nueva o San Cipriano, coquetas iglesias románicas cargadas de historia donde la penitente hermandad, sobria y discreta, explota mejor sus virtudes.

La imagen titular durante el desfile procesional de anoche. | MIGUEL ÁNGEL LORENZO
Salieron los cofrades con su larguísimo caperuz, de 90 centímetros, hecho en lana cruda (estameña) como el resto del hábito con el color azulado del fajín. Se intercalan los penitentes que arrastran la cruz, que completan el cortejo silencioso y austero.
Arropan todos al Cristo Yacente, una obra magnífica obra de la primera mitad del siglo XVII, de autor todavía por confirmar, seguramente de la escuela vallisoletana (durante algún tiempo se atribuyó a Gregorio Fernández).
La obra tiene su historia. Estuvo en el Convento de Santo Domingo hasta 1809 y en la Guerra de la Independencia se traslada a Nuestra Señora de la Victoria. Posteriormente se aloja en Santiago del Burgo y en 1853 acaba en la iglesia de la Concepción, donde estuvo perdida hasta que se encontró cuando se realizaron unas obras. Fue este hallazgo el que propició la creación de la cofradía en 1941.
La iglesia de la Concepción cierra en 1966 y la imagen se traslada a Santa María la Nueva, lugar definitivo para la talla.
El recorrido de este 2025 varió, por tanto, respecto al de otros años. Bajó por la Cuesta del Obispo y las Peñas de Santa Marta para tomar la avenida de Vigo y enseguida retomar las angostas calles del Casco Antiguo hasta dar a la plaza de Santa Lucía y subir por San Cipriano, territorio conocido para la procesión y callejear por Chimeneas, Doncellas, Moreno y Damas y por rúa de los Francos llegar a la plaza de San Ildefonso. Tras integrarse de nuevo por San Isidoro los hermanos llegaron al templo de salida, la Catedral, en cuya plaza se habían dispuesto esa misma mañana las gradas para albergar al coro.
Fue el momento cumbre, el más buscado por el espectador de la procesión, que se arremolinó en torno a este espacio quizá un poco más amplio para la visión de las miles de personas que quieren contemplarlo. La acústica es otro cantar, en un espacio más abierto, aunque el silencio cómplice de los espectadores facilita mucho que las voces se oigan nítidamente.
El coro del Miserere se incorporó a la procesión en 1952 y actualmente está dirigido por Pablo Durán siempre con la obra del padre José María Alcacer.
En esta edición ha sido la plaza de la Catedral el lugar elegido, la próxima está por ver dónde se canta, debido a que las obras del Parador condicionan el espacio de la plaza de Viriato debido a la inevitable valla de obra. Tampoco será fácil que la procesión repita salida en la Catedral, ocupada como estará por las Edades del Hombre.
Que todos los problemas sean esos.