Del Coliseo Romano al Estadio Olímpico

Roma, la ciudad que ha sobrevivido a incendios, emperadores, traiciones y renacimientos. La ciudad donde cada adoquín guarda una historia, donde cualquier esquina podría ilustrar un capítulo de un libro de historia del arte. Por sus calles han caminado cónsules, mártires, papas, reinas y revolucionarios. El Coliseo cede su legado al Olímpico, y los gladiadores reaparecen con botas y escudos de tela. Ya no hay espadas, pero sí balones de fútbol. No hay leones, pero las gradas rugen con la misma hambre. El humo ya no es de antorchas, sino de bengalas, y al jugarse el partido en un Domingo de Ramos, las repartían igual que los nazarenos reparten caramelos en una procesión de Semana Santa.

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