Barrer para casa

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump. / EP

La aleatoriedad implica que las cosas ocurren sin un patrón predecible o sin causa aparente, mientras que el determinismo sugiere que todo evento sigue reglas que permiten predecir los resultados. La vida humana se mueve entre estos dos opuestos que quizá, al final, se complementan. Si arrojo un dado de seis caras sobre el tapete (como Dios sobre el mundo), el resultado estará entre uno y seis, sin que sea posible adivinar cuál de estos números saldrá. Pero si dejo caer una piedra desde la ventana, las leyes físicas determinarán en qué momento llegará al suelo. Y cada vez que repita el experimento en idénticas condiciones obtendré los mismos resultados. Algunos políticos se venden como previsibles porque el determinismo es una fuente de paz. Si antes incluso de venir al mundo mi destino está marcado, qué más da qué haga esto o lo otro. El destino te quita libertad, pero te aligera de la responsabilidad. Al votante medio le gusta la previsibilidad hasta que la previsibilidad se vuelve aburrida o escasamente productiva.

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