La moraleja de la leyenda que te traemos a continuación podría resumirse así: «Ir contra la naturaleza y los instintos naturales es una lucha perdida».
Zamora es tierra de parábolas, mitos y leyendas donde la historia se mezcla con la tradición, la imaginación y, sobre todo, el boca a boca transmitido de generación en generación. Es el caso de la historia de un peculiar lobo que se hartó de ser señalado por todos como un asesino. Así que un buen día decidió que nunca jamás mataría a ningún animal más ni se lo comería incluso encontrándolo muerto en el campo.
No obstante, se puso un bozal en el hocico atado con una argolla para cumplir a su promesa por la fuerza si era necesario.
Tanta hambre tenía el pobre lobo que se acercó en un pueblo de Zamora a hablar con el cura: «No puedo más, estoy muerto de hambre».
Tras la confesión y mientras se adentraba de nuevo en el monte, se encontró una burra, una yegua, un carnero y un potrillo. Con todos ellos tuvo el instinto feroz de devorarlos, pero no lo hizo y se contuvo. Después se encontró con una oveja que iba con sus crías, pero el lobo la convenció de que «yo no como ya a los animales, no necesito bozal porque me sé controlar».
Al ver sus buenas intenciones y conocer por otros animales que ya no atacaba, la pobre oveja liberó al lobo del bozal y de los aros ajustados a su boca. No había acabado de guitar la última argolla… y el lobo no pudo resistir. Empezó a salivar y justo cuando estaba dispuesto a devorar atrozmente a la madre y a sus crías, se cayó por arte de magia por la montaña.
Un hombre lo encontró herido y lo remató con un golpe en la cabeza.