Tras más de un año de conflicto, Gaza sigue enfrentándose a una de las crisis humanitarias más graves de su historia. La invasión israelí iniciada en octubre de 2023 ha dejado profundas cicatrices tanto físicas como emocionales. Más de dos millones de personas han sido directamente afectadas, y miles han tenido que abandonar sus hogares en busca de seguridad. Gisela Silva González, responsable de actividades de Salud Mental de Médicos Sin Fronteras (MSF) en la región, comparte su experiencia atendiendo a una población devastada por la guerra y reflexiona sobre los desafíos que enfrentan tanto los habitantes de Gaza como los trabajadores humanitarios ahora que parece inminente el alto el fuego y una posible nueva etapa.
-¿Cómo describiría el impacto psicológico más común entre la población durante los meses de guerra?
-Nos enfocamos en síntomas más que en diagnósticos, ya que hacer un diagnóstico en salud mental requiere herramientas exhaustivas que no tenemos en este contexto. El síntoma más frecuente desde la invasión es la ansiedad. Es permanente y está relacionada con la incertidumbre: no saber qué va a pasar, cómo estarán sus casas o sus familias que quedaron en el norte. Esto también impacta en el cuerpo: problemas para dormir, aumento en el consumo de tabaco o incluso comportamientos más violentos debido a la incapacidad de gestionar el estrés.
-¿Podría compartir algún ejemplo que ilustre cómo la guerra ha afectado la salud mental de los habitantes?
-Los hombres acceden menos a servicios de salud mental, así que enfocamos más nuestras actividades en mujeres en edad reproductiva y niños.
«Muchas madres sienten ansiedad y culpa por traer hijos al mundo en estas circunstancias»
-Las madres son casos que vemos con mucha frecuencia. Muchas sienten ansiedad y culpa por traer hijos al mundo en estas circunstancias. Algunas creen que «‘la mala leche’ causada por su ansiedad y tristeza puede afectar a sus bebés y prefieren no dar el pecho Por otro lado, algunos niños han dejado de hablar o tienen conductas regresivas, como perder habilidades adquiridas.
-¿Cuáles son los principales desafíos para proporcionar atención psicológica en Gaza durante un conflicto armado?
-Uno de los mayores retos es la interrupción de los tratamientos: personas que ya estaban diagnosticadas con trastornos mentales han perdido acceso a su tratamiento debido a desplazamientos o la pérdida de sus redes de apoyo.
«Uno de los mayores retos es la interrupción de los tratamientos: personas que ya estaban diagnosticadas con trastornos mentales han perdido acceso a su tratamiento»
Además, reconstruir el tejido comunitario es esencial, ya que la gente ha perdido a sus vecinos y puntos seguros. Por ejemplo, nosotros no damos medicación psiquiátrica a personas que no tienen un referente de seguridad. Esto lo hacemos así porque el sufrimiento y los efectos secundarios son mayores cuando un tratamiento se interrumpe que cuando nunca lo hay.
-¿Cómo está afectando el anuncio del alto al fuego al estado emocional de la población? ¿Qué retos plantea para la salud mental de la población?
-Es muy pronto todavía y el alto al fuego no es oficial, pero algunas personas están comenzando a procesar sus pérdidas y esperan retomar el control de sus vidas.
«El proceso va a ser reconocerse a uno mismo y evaluar qué ha cambiado. La guerra cambia la personalidad de la gente»
Sin embargo, también hay mucha ansiedad por lo que el futuro pueda deparar. A corto plazo, el objetivo es aceptar la situación sabiendo que la recuperación empieza entonces. Nada volverá a ser como antes. Entender que el punto de partida es donde están ahora -y no donde estaban antes de la invasión- puede generar mucho estrés y habrá que trabajar sobre esa base.
-¿Cómo va a evolucionar este proceso interno si se consolida el alto el fuego?
-A medio-largo plazo, en unos cinco meses si es que se da el alto al fuego, el proceso va a ser reconocerse a uno mismo y evaluar qué ha cambiado. La guerra cambia la personalidad de la gente: no son las mismas personas que hace 467 días; se han encontrado en su máxima vulnerabilidad y eso también hay que asimilarlo.
«La reconstrucción emocional no será posible sin solidaridad y un compromiso firme de la comunidad internacional»
Por ejemplo, habrá gente que tendrá que reconocer decisiones tomadas en momentos de urgencia para sobrevivir y que no tomarían en otro momento, como dejar atrás a sus familias. Cerrar todos estos conflictos que vayan surgiendo va a ocasionar mucha tristeza y muchas crisis familiares y comunitarias.
-¿Cuál ha sido el impacto emocional de la guerra en usted y en el personal humanitario con el que trabaja?
-Este contexto nos recuerda lo vulnerables que somos. La vida puede cambiar en un instante. Para cuidar nuestra salud mental, confiamos en el apoyo mutuo, actividades en grupo y en los servicios psicosociales que MSF proporciona tanto a trabajadores nacionales como internacionales. Una videollamada con un ser querido también puede marcar una gran diferencia.
-¿Qué cree que es lo más importante que la comunidad internacional debería saber sobre la situación en Gaza?
-Ya sabemos que “no hay salud sin salud mental”, pero yo añadiría que “no hay salud mental si no hay una dignidad garantizada”. La resiliencia de la población palestina es admirable, pero para empezar a sanar, necesitan un alto al fuego y la posibilidad de reconstruir sus vidas con dignidad. La reconstrucción emocional no será posible sin solidaridad y un compromiso firme de la comunidad internacional.