Los sedimentos arrastrados por la barrancada hasta el cauce nuevo del Túria y los daños en seis depuradoras continúan siendo un foco de problemas por el olor fétido que sigue generando la zona dos meses después de la DANA. Las pozas de aguas putrefactas se han convertido en una molestia que no cesa para los núcleos de población a una parte y otra del lecho del río en todo su tramo final. El tránsito por la V-30 es, además, un calvario aún con las ventanillas del coche subidas. Una situación que lejos de mejorar se ha cronificado, como ya alertaba Levante-EMV a principios de diciembre.

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