Suenan las primeras notas de una pieza musical, tal vez una jota, una mateixa o un bolero, y los balladors comienzan a llenar la plaza. Se distribuyen en parejas o en grupos y comienzan a moverse siguiendo el ritmo de la música. Los que se quedan observando desde las terrazas de los bares no pueden evitar sentir que está ocurriendo algo que va más allá del simple hecho de bailar.

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