Cabían pocas dudas de que este Año Franco que el Gobierno se ha sacado de la manga es ante todo un artefacto propagandístico. Las que pudiera haber han quedado despejadas este miércoles, cuando el presidente del Gobierno se ha presentado en el auditorio del Reina Sofía en un gran acto de narcisismo, otro más de los que vienen conformando su acción de Gobierno.

«Gran acto» es, de hecho, la fórmula que más se repite en el boceto, esbozo, apresurada chapuza que se ha publicado hoy como agenda de este año conmemorativo. Hay mucho «gran acto» agendado, el principal de ellos en noviembre, «en torno a la conquista de la libertad y la democracia», pero sin concretar fecha, ni lugar ni nada.

El programa de España en Libertad es un monumental work in progress, una obra por hacer que hoy se ha presentado como cosa hecha pero que está en mantillas. Y tiene sentido que así sea, o que no sea, porque el nombramiento de su comisariada, Carmina Gustrán, tuvo lugar ayer mismo. En un país serio que conmemorara seriamente sus cosas, en el caso de que esto fuera la conmemoración seria e integradora de 50 años de libertad que aseguran que es, la señora Gustrán llevaría al menos un año y medio trabajando en ello. Otro detalle que demuestra que este Año Franco es un improvisado ejercicio de oportunismo sacado de la chistera monclovita.

Encabezando el comité científico, por cierto, figura precisamente el mentor de Carmina Gustrán, su director de tesis Julián Casanova, que se perfila como el auténtico comisario en la sombra de esta conmemoración. El 15 de enero en el Ateneo de Madrid, Casanova protagonizará junto a su colega y también exalumno Nicolás Sesma la conferencia inaugural. Un mes después, este catedrático de la Universidad de Zaragoza publicará una biografía sobre Franco. Probablemente ese libro y su defensa eran incompatibles con ostentar la cúspide científica de esta celebración.

La agenda de España en Libertad parasita o mete bajo su paraguas la participación española en actos como la conmemoración del 80ª aniversario de la liberación de Auschwitz o Buchenwald y todas aquellas exposiciones, muchas de ellas ya inauguradas, que encajan en la temática y las intenciones del Año Franco, ya sea sobre el exilio español en el Magreb, los judíos en las Brigadas Internacionales o la exposición sobre Jorge Semprún organizada con motivo del centenario del nacimiento del escritor… en 2024. También todos los coloquios, simposios y encuentros universitarios que han podido fichar a lo largo de este año, estén o no cerrados la programación y sus ponentes. España en Libertad arrambla con todo lo que encaje en sus amplias intenciones, ya sea el Orgullo o el sexto centenario de la llegada del pueblo gitano a la Península.

Para octubre se anuncia una gran exposición bajo el título de Anatomía del franquismo, pero nada se dice de ella, ni dónde ni de quién. Tampoco de otra muestra sobre las conquistas de la democracia frente a la dictadura programada para noviembre, ni de la itinerante que recorrerá institutos y colegios de toda España.

Como pieza de resistencia del año se anuncia para este mismo mes de enero la convocatoria del concurso internacional para la resignificación del Valle de Cuelgamuros «con el objetivo de explicar a la ciudadanía las circunstancias de la construcción del principal monumento de la dictadura franquista». Y para noviembre, la exposición de las «maquetas» seleccionadas. Y dicen maquetas y no proyectos, porque nada hay más bonito que una maqueta, que es lo que más le gusta a los niños y a los autócratas.

Hay en España muchos gestores públicos y privados que se dedican a la programación cultural de calidad, con la exigencia y el compromiso de conseguir un impacto cierto en el público y en la sociedad y de presentar sus proyectos en tiempo y forma. Por eso ofende que este España en Libertad se inaugure con una agenda en la que casi lo único cierto son los lugares de memoria que se van a dignificar y las temáticas que, a la manera de los 12 meses 12 causas de Mediaset, jalonarán el calendario conmemorativo de este 2025, con epígrafes como amor a la diversidad, armonía con el medio ambiente o libertad para divertirse.

En la web de España en Libertad hay una tabla que muestra las grandes transformaciones del país en diez datos. Recuerda a los carteles de los 25 años de Paz, la moderna campaña de propaganda orquestada en 1964 por el ministro de Información y Turismo Manuel Fraga para tratar de resetear definitivamente la imagen del franquismo y dejar atrás las oscuridades de la posguerra. Aquellos carteles, firmados por artistas y dibujantes de talento como Julián Santamaría, Cruz Novillo o Mingote, informaban de las viviendas construidas, los teléfonos conectados, los lingotes de hierro producidos desde que Franco había salvado España. La conmemoración de este medio siglo de transformaciones, que debería ser una celebración nacional y colectiva, recuerda demasiado a la trampa propagandística del 64, aunque sin el buen diseño. Pero con la libertad, afortunadamente, para decir que es un fracaso y que canta demasiado.

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