El Barça acabó el mes de octubre goleando en el Bernabéu con un 0-4 que puso al Real Madrid a seis puntos de distancia en la Liga. Los de Flick gobernaban la clasificación con mano de hierro tras once jornadas en las que se habían logrado diez victorias y solo una derrota, la de Pamplona, donde el técnico hizo tantas rotaciones que acabó desdibujando al equipo. Aquello se leyó como un accidente aceptable en mitad de un inicio exhuberante de proyecto.
El tiempo, un juez tan honesto como implacable, obliga a revisar análisis que, llevados por la euforia del momento, pasaron por alto sensaciones que el mes de noviembre ha convertido en realidades. El golpe ante Las Palmas es duro y supone para el Barça bajar de la nube en la que había transitado el equipo desde que el balón echó a rodar. Noviembre, que amaneció soleado con una victoria en el derbi ante el Espanyol y una goleada en Belgrado ante el Estrella Roja, ha acabado envuelto en negros nubarrones que dejan al descubierto las carencias diagnosticadas desde el verano que los extraordinarios resultados habían sepultado bajo una capa de optimismo tan lógico como exagerado. Nada es aún irreversible, ni mucho menos, pero Flick está obligado a realizar una lectura que, en el fondo, ya intuía y, de hecho, expresó varias veces cuando, en rueda de prensa, avisaba de que el camino “es muy, muy largo” cuando todo eran vítores y aplausos.
Un reset obligado
La racha de resultados negativos en la Liga ha convertido la distancia que tenía el Barça al frente de la tabla en un recuerdo. Ya no existe, se ha esfumado tras caer en Anoeta, empatar ante el Celta y perder ayer ante Las Palmas. Estos tres tropiezos consecutivos, un punto de nueve, ya no pueden ser considerados un accidente, sino la consecuencia de algo que no va, que no fluye como lo hacía en el primer cuarto del campeonato. El Estadi Olímpic había sido un fortín inexpugnable hasta la visita de los canarios, que son el primer equipo que logra volver a casa sin caer ante los blaugrana. Flick está obligado a reflexionar sobre el momento que atraviesa el equipo, descubrir las razones que lo han llevado hasta aquí e imponer las soluciones con las que volver a disfrutar.
Autocrítica colectiva
El calendario empieza a ponerse cuesta arriba y el Barça no puede permitirse seguir alimentando las duads. Toca hacer autocrítica, sentarse a analizar el porqué de lo sucedido en un mes de noviembre negro y remar todos en la misma dirección. Es en momentos de incertidumbre cuando se forjan los equipos campeones. Los de Flick ya se han demostrado a sí mismos que son capaces de lo mejor, pero ahora están obligados a doblar la apuesta para mostrar que pueden hacerlo de forma continuada.