Salgo de la peluquería donde han quedado desahogadas unas cuantas cuitas. Apenas he pegado dos pasos cuando me he encontrado a Mercedes y Rafa con quienes se desparraman lazos y afectos aunque no nos frecuentemos y termino acompañándolos con un cortado en el desayuno que están a punto de traerles. El momento se expande hasta los tres cuartos de hora en los que cuadramos la sinopsis de tantas estaciones sin vernos y el repaso exhaustivo de los nuestros con el habitual «tenemos que quedar» de postre. Decido entrar de una vez por todas en la sucursal para que me destripen por qué cuando me acerco a un cajero me advierte que tengo el carné caducado si cuenta con validez hasta 2034, Dios mediante. Me explican que se trata de una actualización que debería haber hecho a través de internet. ¡Ah! Entonces no me diga más.

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