Las denuncias de violencia sexual contra menores han crecido un 200% en los 10 últimos años. Casi la mitad de las víctimas de delitos sexuales son niñas o adolescentes (un 44,5%) y alcanzan al 75% si se tienen en cuenta a las menores de 30 años. También han aumentado los agresores jóvenes de menos de 30 años, que constituyen casi el 40% de los detenidos, aunque el otro 60% son de otras generaciones. Es decir, hay violadores de todas las edades pero la inmensa mayoría de las víctimas son jóvenes, sobre todo niñas.
De hecho, incluso el ‘caso Errejón’, que ha desencadenado un nuevo aluvión de denuncias de violencia sexual en las redes, pone de manifiesto la juventud de las afectadas. En un primer momento, la dimisión del que fuera portavoz de Sumar en el Congreso destapó nuevos relatos de comportamientos machistas y violentos de otros políticos de izquierda o de hombres en las esferas de poder contra mujeres adultas. Pero el perfil de Instagram de Cristina Fallarás, donde se publicaron las denuncias que desencadenaron la dimisión de Errejón, permite también vislumbrar la enorme dimensión del fenómeno de los mal llamados abusos sexuales contra la infancia.
Anonimato y «explosión bestial» de casos
“Tenía 5 años, fui a una fiesta de una vecina, su padre me encerró cuando pasábamos todas las niñas por el pasillo. Me quedé inmóvil y a oscuras. Me tapó los ojos con su pañuelo. Me obligó a chuparle diciendo que era un caramelo. Yo me paralicé y no entendía nada. Cuando abrió la puerta, salí corriendo a contárselo a mis padres, que por cierto nunca hicieron nada”. Es una de las decenas de denuncias que Fallarás ha publicado en su perfil esta semana.
Cuando Fallarás ofreció su perfil de Instagram como canal de denuncia anónima “explotó a lo bestia la violencia sexual en al infancia”: las agresiones a niñas constituyen en torno al 70% de los mensajes
La periodista explica a El Periódico que cuando decidió ofrecer su perfil como canal de denuncia anónima “explotó a lo bestia la violencia sexual en la infancia”, hasta el punto de que los relatos de agresiones a niñas constituyen en torno al 70% de los mensajes que recibe. Aun así, precisa, tras el ‘caso Errejón’ “tiene miles de mensajes sin leer”. De hecho, admite, el porcentaje no procede de un análisis exhaustivo de los datos, sino de su “percepción”.
Un patrón que se repite
Tras el #MeToo y la primera sentencia contra ‘La Manada’, Fallarás promovió el hashtag #Cuéntalo, que también destapó miles de denuncias, pero como no eran anónimas –sino que se hacían desde las cuentas de las afectadas o los testigos– no salieron a la luz tantos episodios de agresiones en la infancia. Pero ahora, sin desvelar la identidad, se han “multiplicado” debido, en opinión de la periodista, a que no hay que desvelar la familia que lo ha sufrido y así no conviertes, por ejemplo, «a tu madre o a tu abuela en la mujer o madre” de un violador. “La violencia sexual tenemos que asumir que empieza en la infancia” y es una “agresión continuada”, concluye.
Los delitos sexuales contra menores detectados por la Fundación ANAR han crecido un 55% en los últimos cinco años y la media de edad de las víctimas es de 12,5 años
De hecho, hay un patrón que se repite, de agresores que atacan a niñas, con las que buscan complicidad, les convencen de que les están premiando con una relación secreta y, poco a poco, van subiendo el nivel de agresiones, que duran años si la niña no lo revela o se resiste. Según las llamadas recibidas en el teléfono de ayuda de ANAR (900 20 20 10), donde las agresiones sexuales detectadas han aumentado un 55% en los últimos cinco años, la media de edad de las víctimas es de 12,5 años.
El machismo
También sufren este tipo de violencia niños –el 20%–, pero el 94% de los agresores son varones, por lo que “la causa determinante es el machismo”, afirma con rotundidad Miguel Lorente, exdelegado del Gobierno contra la violencia de género. En su opinión, los agresores son personas que podrían tener relaciones sexuales consentidas y con adultas, “por lo que su motivación no es el sexo, sino el dominio y satisfacer su necesidad de poder”. Precisamente, este lunes, 25 de noviembre, se celebra el Día contra la violencia de género.
Influyen los patrones ancestrales de dominio, el porno y los nuevos roles de masculinidad tóxica y de sexualización de la mujer que se difunden en las redes
También Diana Díaz, directora de líneas de ayuda de la Fundación ANAR, comparte que influyen los “patrones ancestrales de dominio”, a los que suma la visualización de porno, “al que los agresores intentan imitar” y los nuevos roles de masculinidad tóxica y de sexualización de la mujer que se difunden en las redes.
Ante ello, el 21% de los agresores de niñas y adolescentes son también menores debido, según la experta, “a que al acceso al porno les provoca una confusión absoluta que la tecnología favorece”.
Pese a las dimensiones del fenómeno y a la mayor conciencia social, tres de cada diez agresiones sexuales en la infancia no se denuncian, porque las víctimas o sus familias se sienten atenazadas por miedo, la vergüenza, la estigmatización social y la prescripción de los delitos, los grandes retos pendientes en la lucha contra la pederastia.
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