Adriana tiene cinco meses de vida, los mismos que su padre lleva desaparecido. El día que la niña nació, el rastro de Edwin Ayala, un jornalero de 30 años que trabajaba sembrando cebollas y recogiendo ajos en Bolaños de Calatrava (Ciudad Real, 11.800 habitantes), se perdió en extrañas circunstancias.
«Aquella mañana, la del 17 de junio, yo tenía dolores en la tripa, estaba embazarada de nueve meses de nuestra tercera hija. Salí de casa a hacer unos recados, pero Edwin y yo acordamos que cuando regresara, si seguía con molestias, acudiríamos al hospital. Me estuvo escribiendo y llamando toda la mañana para preocuparse por mi estado, me esperaba en casa para comer, pero cuando llegué ya no estaba. Y hasta hoy», explica Yadira Quintanilla, la esposa del desaparecido.
«Amor, ¿ya vienes?»
¿Qué pasó en esos treinta minutos desde que la mujer habló por teléfono por última vez con su marido hasta que llegó al piso donde vivían? Esa pregunta lleva cinco meses atormentando a Yadira. El mismo día que tuvo que lidiar con la desaparición de su pareja, la mujer también tuvo que hacer frente, sola, al parto de su hija.
«Yo había pasado la noche con dolores, Edwin ese día no iba a trabajar. Pasé por el Ayuntamiento a solucionar un trámite del empadronamiento y él se fue con la bici. A las dos de la tarde me llamó preguntando cuánto iba a tardar y si seguía encontrándome mal: ‘amor, ¿ya vienes?'», recuerda Yadira.
«Ahora nos vemos»
«Media hora después volvió a llamarme, me dijo que había bajado al chino a comprar un refresco para la comida y me preguntó si yo quería zumo. Le dije que estaba llegando y nos despedimos con un ‘ahora nos vemos’, pero ya nunca nos vimos», añade la mujer.
Lo siguiente que recuerda Yadira es llamar al móvil de su marido «una y otra vez, sin parar», siempre con la misma respuesta: «el teléfono al que llama está apagado o fuera de cobertura». La única pista fiable de lo que Edwin hizo justo antes de desaparecer la aportó el encargado del bazar chino donde el hombre efectivamente compró aquel mediodía: «el dueño de la tienda me dijo que mi marido estuvo allí, que hizo una llamada de teléfono y que después de comprar se quedó sentado en un banco en la puerta».
Un móvil antiguo, sin internet
Su teléfono y su bicicleta son lo único que Edwin llevaba con él cuando desapareció. Todo lo demás: su dinero, su NIE, su pasaporte y el resto de su documentación, su ropa… se quedó en el piso que la pareja compartía. Yadira lamenta que el móvil de Edwin «no se puede rastrear a través de GPS ni otro sistema de localización, porque es un teléfono antiguo, de teclas: hace un tiempo se le rompió su móvil y estaba usando uno viejo que no tenía ni acceso a internet», explica.
Yadira llevaba más de tres horas intentando localizar a su marido cuando se puso de parto: «A las seis de la tarde ya no podía soportar el dolor y pedí a una amiga que me llevara al hospital. Esa misma noche nació Adriana», explica.
Huyendo de las maras
Cuando la mujer llegó a España el pasado enero, desde su país, Honduras, para preparar el nacimiento de su tercera hija, nunca pensó que acabaría dando a luz en estas circunstancias: «Edwin vino a España hace ahora un año y lo hizo para mejorar, quería una vida mejor para él y su familia. En Honduras teníamos un negocio, un puesto de ropa en nuestro pueblo, Villanueva Cortés, pero las maras (pandillas juveniles criminales) nos tenían asfixiados. Nos cobraban sus impuestos y cada vez nos dejaban menos margen», denuncia Yadira.
En cuanto el hombre encontró trabajo en la provincia de Ciudad Real, su mujer vino para instalarse con él. En Honduras, en casa de sus familiares, la pareja dejó a sus otros dos hijos, de 9 y 14 años, a los que esperaban poder traer pronto a España. «Los llamábamos todos los días, a mediodía y por la noche, a pesar de la diferencia horaria. Sin falta. Además, Edwin también hablaba con su madre, por la que siente devoción. Por eso sé que no ha desaparecido voluntariamente, jamás dejaría de contactar con ella y con nuestros hijos», asegura Yadira.
Desaparición «voluntaria»
Esa, que se trate de una desaparición voluntaria, es la principal hipótesis de la Guardia Civil para explicar la ausencia de Edwin: «Me dicen que seguramente se ha ido a trabajar a otro pueblo, pero no hay ninguna constancia de ello. Nadie lo ha visto desde aquel día, nadie sabe nada. Y yo sí que sé que él no desaparecería así el día que su bebé nace», dice Yadira.
Edwin estaba deseando ser padre por tercera vez: «había pasado los ultimos meses preparando la llegada de la niña, con mucho esfuerzo fue comprando todas las cositas: su cuna, el cochecito, su ropita… Él amaba a la bebé ya desde antes de que naciera, estaba deseando conocerla y no llegó a hacerlo», afirma Yadira.
Con su familia lejos, su marido desaparecido y teniendo que cuidar sola de su bebé, estos cinco meses están siendo los más difíciles en la vida de la mujer, que no se quita de la cabeza que a Edwin le ha pasado algo y «nadie está investigándolo. Yo necesito respuestas, pero si no lo hacen por mí, que investiguen por nuestra bebé, que va a crecer sin él y con la incertidumbre de dónde está, de si a su padre le ocurrió algo el mismo día que ella vino al mundo».