La primera temporada de ‘Tell me lies’ (Disney+), adaptación de la novela de igual nombre de Carola Lovering, giraba en gran parte en torno a un misterio, una madeja de secretos: todo lo que rodeaba a un accidente automovilístico tras el que demasiada gente mentía demasiado. Era la trama de la que se servía Meaghan Oppenheimer para hablarnos sobre un misterio mayor, el del amor, o para ser precisos, «el amor obsesivo y lo que podemos hacernos a nosotros mismos y a los demás cuando nos perdemos por completo en el interior de otra persona», según explicó la propia creadora en el pódcast ‘The creative process’. 

Su drama de suspense era, además, de época. Conocíamos a los protagonistas, Lucy (excelente, expresiva Grace Van Patten) y Stephen (Jackson White), en 2015, cuando se reencontraban en una fiesta de compromiso después de cuatro años sin verse, pero la acción tenía lugar sobre todo entre 2007 y 2008, cuando se conocieron estudiando en la ficticia universidad Baird. Esa primera temporada era un largo y complicado ‘flashback’ salpicado de Blackberrys, cuentas de Facebook bastante activas y canciones de The Postal Service, Arcade Fire u Of Montreal.

El flechazo de Lucy con Stephen es instantáneo, tan intenso que roza el ridículo. Es la clase de encuentro mágico que hemos visto en multitud de series juveniles. Pero esto no es otro romance de universidad al uso, sino algo mucho más retorcido, atrevido y, desde luego, auténtico. Ni Lucy ni Stephen son gente fácil de querer, ni a la que le resulte fácil querer. Ella empieza el curso en un estado extraño de parálisis emocional, como aquejada de anhedonia o un trastorno disociativo. Él es un narcisista redomado que no deja de manipular psicológicamente a todos los que le rodean, incluyendo a sus mejores amigos y los presuntos amores de su vida.

El tumulto de la carne

Lucy es reservada, se guarda cosas. Él también, pero es lenguaraz. Conectan en la cama, donde ella logra por fin disfrutar con algo. Nada de todo lo horrible que Stephen es capaz de hacer, incluyendo volver ocasionalmente a los brazos de su ex Diana (Alicia Crowder), parece motivo suficiente para que Lucy despierte de un creciente estado de hipnosis, uno que le impide escuchar a sus amigas Pippa (Sonia Mena) y Bree (Cat Missal) o a algún que otro amigo de Stephen, como el rico pero decente Evan (Branden Cook). Todos los personajes citados, igual que el expansivo quarterback Wrigley (Spencer House), tienen su lugar en los focos, su oportunidad para explicar su propio despertar al amor y/o el sexo. 

Hablemos de sexo. O de escenas de sexo. De lo triste que es verlas desaparecer del cine y las series estadounidenses, en mitad de una extraña ola de puritanismo, y de lo valioso que resulta que Oppenheimer las convierta en parte integral del relato, en momentos que hablan de muchas cosas diferentes, de liberación y éxtasis, de miedo y confusión. Si hay una serie a la que recuerde ‘Tell me lies’, no solo en el título, esa podría ser la injustamente olvidada ‘Tell me you love me’ de HBO, en la que el sexo (o su falta) era parte (aún más) importante del tejido emocional. 

Tiempos de guerra

Al final de la primera temporada sabíamos que el Stephen de 2015 está prometido con Lydia (Natalee Linez), mejor amiga de Lucy de toda la vida. El misterio de la segunda tiene que ver con este último personaje. En el arranque del primer capítulo, Lydia arrincona a Lucy en la fiesta de compromiso de Bree y Evan para soltarle tres palabras quizá aún peores que «tenemos que hablar»: «Nunca te perdonaré». ¿A qué se refiere Lydia? ¿Será Lucy en estos capítulos una antiheroína en toda regla? 

Oppenheimer advertía en la citada entrevista con ‘The creative process’: «No dejo de decir que si la primera temporada es una historia de amor, la segunda es una especie de historia de guerra». Veremos a Lucy y Stephen volver a la universidad en septiembre de 2008, ella como estudiante de segundo año, él ya en su curso final. Ella quiere hacerle (y, de paso, hacerse) creer que todo lo que vivieron es un recuerdo lejano. Es lo peor que se le puede decir a un narcisista: tu huella ha desaparecido, la hipnosis se ha acabado. Empieza la guerra y sigue la obsesión. De Lucy, Stephen y el espectador. 

Fuente