El nivel de devastación es tan enorme que ahora mismo nadie se atreve a poner cifras económicas a la catástrofe que se ha abatido sobre la provincia de Valencia. Entre otros motivos porque son centenares los empresarios que ni siquiera han podido acercarse a los polígonos industriales donde están las sedes de sus mercantiles para calibrar los daños provocados por la Dana. No es posible cuantificar los destrozos en miles de comercios de las poblaciones más afectadas. Ni en locales de hostelería ni en firmas de servicios. Tampoco se puede saber si tanto destrozo va a tener consecuencias sobre un sector turístico que estaba viviendo un año de registros históricos. Se ignoran las consecuencias reales en la agricultura, sobre todo cuando el sector citrícola está en los inicios de la campaña de recogida. No se sabe casi nada a ciencia cierta. Solo se pueden aportar tres conclusiones: que las pérdidas serán multimillonarias, que no son creíbles a estas alturas cifras concretas y que el impacto de la Dana será de calado y muy negativo para el crecimiento económico valenciano. En especial si tenemos en cuenta que algunos de los grandes sectores -como el metal o la madera y el mueble- aseguran que sus empresas «están aniquiladas» al cien por cien.
Covid
No es poco, pese a ser formulaciones generalistas. El futuro, según las fuentes consultadas, dependerá en buena medida de cuál sea la velocidad en el restablecimiento de las infraestructuras básicas, tal como coinciden el presidente de la Confederación Empresarial de la Comunitat Valenciana (CEV), Salvador Navarro, y el director adjunto del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE), Joaquín Maudos.
El economista, que considera que el shock en la Comunitat Valenciana «puede ser peor que el de la pandemia» de la covid, opina que las vías de comunicación como carreteras, autopistas y trenes son claves para empezar a recuperar la normalidad. O algo que se parezca a ella en las comarcas afectadas. Ya se sabe que el tren de alta velocidad entre Madrid y València va a costar al menos dos semanas en que vuelva a circular, pero lo esencial para Maudos es recuperar el tráfico en el eje con la capital de España, que es fundamental para el trasiego de mercancías y, por consiguiente, de los suministros. No hay que olvidar en este sentido que el puerto valenciano es la vía de salida de buena parte de la producción del centro de España. También es fundamental la recuperación del tráfico en el arco mediterráneo para que la capital autonómica y su área metropolitana no se conviertan en un agujero negro hacia el resto de Europa y hacia el sur.
Polígonos
«La prioridad son las grandes vías», asegura Maudos, quien añade, no obstante, que no hay que olvidar también que es necesario abrir los caminos para acceder a los polígonos industriales y que las empresas instaladas en los mismos puedan retomar la actividad, si es que pueden. Y es que no va a ser nada fácil que muchas de ellas lo consigan, en vista del nivel de destrucción.
En relación con esto, el presidente de la CEV, que solo se atreve a hablar de «gran impacto negativo» en la economía a la espera de que se vayan teniendo más datos sobre la magnitud de la catástrofe, explica que la incertidumbre es tan grande que todavía hay muchos empresarios que no han podido acceder a las sedes de sus mercantiles. Ahora bien, lo cierto es que quienes sí lo han hecho se han encontrado un panorama desolador con maquinarias inservibles, al igual que los vehículos de transporte y, según los sectores, las materias primas, sin olvidar el propio estado de las naves.
Velocidad
En consecuencia, si la velocidad en despejar las vías es una condición esencial para la recuperación de la actividad general no lo será menos la rapidez en que se pongan a disposición de empresarios y trabajadores las ayudas que han prometido las administraciones públicas para que aquellas mercantiles que sobrevivan se pongan lo más rápido posible en marcha. Como asegura Maudos, aunque haya ayudas de Madrid y de la Unión Europea, «los plazos son los plazos y el problema es el ritmo de inversión». Infraestructuras, subvenciones… dos factores indispensables para que el agua no arrase con todo. Pero no serán los únicos.