El nivel de devastación es tan enorme que ahora mismo nadie se atreve a poner cifras económicas a la catástrofe que se ha abatido sobre la provincia de Valencia. Entre otros motivos porque son centenares los empresarios que ni siquiera han podido acercarse a los polígonos industriales donde están las sedes de sus mercantiles para calibrar los daños provocados por la Dana. No es posible cuantificar los destrozos en miles de comercios de las poblaciones más afectadas. Ni en locales de hostelería ni en firmas de servicios. Tampoco se puede saber si tanto destrozo va a tener consecuencias sobre un sector turístico que estaba viviendo un año de registros históricos. Se ignoran las consecuencias reales en la agricultura, sobre todo cuando el sector citrícola está en los inicios de la campaña de recogida. No se sabe casi nada a ciencia cierta. Solo se pueden aportar tres conclusiones: que las pérdidas serán multimillonarias, que no son creíbles a estas alturas cifras concretas y que el impacto de la Dana será de calado y muy negativo para el crecimiento económico valenciano. En especial si tenemos en cuenta que algunos de los grandes sectores -como el metal o la madera y el mueble- aseguran que sus empresas «están aniquiladas» al cien por cien.

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