¿Qué se puede decir de una exprimera dama de EEUU cuya afición, según declaró a People, es el pilates y la lectura de revistas? Hasta el morbo por saber qué contaría en su autobiografía, publicada el 1 de octubre, se ha desvanecido, ya que Melania Trump calla los escándalos sexuales e infidelidades de su esposo, cuyo contenido podría llenar enciclopedias, y difunde una vida un tanto insulsa, cuando en realidad no ha sido nada aburrida.
Criada en un bloque de apartamentos comunistas, la entonces llamada Melanija Knavs (Novo Mesto, 1970) comenzó su carrera de modelo con 16 años en la actual Eslovenia, dio el salto a las pasarelas de Milán y París y se instaló en Nueva York, donde disfrutó de la noche de los rascacielos, también en compañía de Donald Trump (24 años mayor) una vez lo conoció. De esta época son las poses desnuda para diferentes revistas, siendo la más recordada la que realizó en el Boeing 727 que Trump le prestó.
Ya como pareja, fueron asiduos a las fiestas neoyorquinas que organizaban, por ejemplo, el multimillonario Jeffrey Epstein, del que Trump dijo en 2002 que era «un tipo fantástico», aunque se retractó tras su condena por liderar una red de tráfico de menores para la prostitución, afirmando que «nunca» había sido su admirador. Otro tanto ocurrió con el depredador sexual y exproductor Weinstein.
Quienes han leído las memorias de Melania destacan un único hecho relevante: su apoyo al derecho al aborto. «Yo quiero decidir qué hacer con mi cuerpo. No quiero que el Gobierno se meta en mis asuntos personales», ha contestado en una entrevista promocional en la Fox. Pero lo que podría parecer un grito de empoderamiento e independencia (Trump nombró a los magistrados que abolieron el derecho al aborto), sería en realidad un intento por captar votantes de centro, según algunos expertos. De hecho, las ventas del libro van directamente a los fondos de una campaña en la que ella se ha estrenado a falta de 10 días del día D, con un discurso en el Madison Square Garden de Nueva York, precisamente en un mitin repleto de insultos y de racismo, con un Trump aupado como rey de los bulos y la desinformación.
El prototipo de mujer que representa Melania (nacida como Melanija Knavs en la actual Eslovenia en 1970), al menos desde su acceso a la Casa Blanca, parece seguir los cánones de esposa-madre pasiva y obediente. Lo que, unido a su belleza, algunos llamarían mujer florero, apodo que hasta las barbies actuales repudian. Los malpensados hablan de algún contrato millonario firmado con el mismísimo diablo para que le permita vivir tranquila y llena de lujos.
Lo cierto es que sea por el interés te quiero, Andrés o por otra causa o razón, ahí siguen. Juntos. Como si nada. Después de que en mayo, un jurado declarara culpable a Trump de falsificar registros para encubrir el soborno a la actriz Stormy Daniels con dinero de su campaña de 2016 para que no revelara su encuentro sexual de 2006. Después de que unas dos docenas de mujeres hayan presentado acusaciones de agresión sexual o conducta inapropiada contra Trump, aunque solo E. Jean Carroll lo llevara en 2019 a juicio, y lo ganara. El jurado dictaminó que Trump la agredió sexualmente y difamó, pero no la violó, tal y como ella sostenía que hizo en 1990.
Las denuncias llegaron tras la filtración de The Washington Post de una grabación de 2005 en las que Trump aseguraba que «cuando eres una celebridad las mujeres te dejan hacer lo que quieras (…) agarrarlas por el coño (…) puedes hacer de todo». Melania defendió a su marido, afirmando que los comentarios obscenos no representaban al Donald Trump que ella conocía.
«Me atraen las mujeres bonitas automáticamente», se le oye a Donald en esa conversación. Y la belleza de una joven modelo lo capturó tras dos divorcios (Ivana Zelníčková y Marla Maples) y cuatro hijos. No le importó que fuera una inmigrante, porque era legal, como le gusta decir. Melania recibió en 2001 la residencia permanente en EEUU. En 2002, ambos se mudaron a la Torre Trump. Se casaron en 2005, un año después fueron padres de Barron William Trump y en 2017 eran pareja presidencial.
Eso sí, ella se negó a ir a la Casa Blanca hasta no renegociar su acuerdo prematrimonial. Desde entonces, los desplantes se han viralizado con besos forzados, sonrisas congeladas y malos gestos hacia su marido, el 45º presidente de los Estados Unidos (2017-2021) y actual candidato. Quizás tenga razón la periodista de la CNN Kate Bennett, quien reveló que Melania es mucho más poderosa e influyente de lo que pensamos. «Es la única que puede decirle a la cara lo que piensa», explicaba en su libro Libre, Melania. Quizá esta sea la razón de que duerman en habitaciones separadas, algo que en la Casa Blanca no ocurría desde los Kennedy.