«La FIFA no puede regular nada que afecte al ámbito laboral sin el acuerdo de los jugadores y los empleadores. La sentencia del ‘caso Superliga’ y la sentencia del ‘caso Diarra’ son claras. Los fallos del Tribunal de Justicia de la Unión Europea reconocieron la posición de monopolio de la UEFA y la FIFA. Una posición dominante que pueden perder». Javier Tebas, presidente de LaLiga, utilizó, al igual que sus compañeros de la demanda colectiva contra el organismo que preside Gianni Infantino, la sentencia pionera del 21 de diciembre de 2023 que tuvo lugar en Luxemburgo.
‘Caso Superliga’, varapalo de las entidades supranacionales
La rueda de prensa en la que se hizo oficial la presentación de una denuncia contra el calendario de la FIFA, por fijarse de modo unilateral, sin la participación de los clubes y los jugadores, dejó una inusual alianza. La jurisprudencia que logró la Superliga es de utilidad para European Leagues y LaLiga en su batalla legal que comienza ahora. Ambos procesos van en la misma dirección: desmontar el control de los organismos supranacionales que, a juicio de las competiciones locales y sindicatos como FIFPro Europa, están afectando al propio negocio del fútbol.
En la sentencia del ‘caso Superliga’ se fue en contra de la opinión general del abogado general de la Unión Europea y se abrió la posibilidad de crear la competición impulsada por Florentino Pérez, presidente del Real Madrid. Es decir, el TJUE reconoció cohabitación de competiciones de UEFA y privadas, sin que los equipos y los jugadores que en ellas pudieran participar fuesen automáticamente sancionados por ello. «Hoy más que nunca recordamos que la ‘Superliga’ es un modelo egoísta y elitista», denunciaba Tebas, quien en su ponencia sobre la denuncia contra la FIFA citó en varias ocasiones los efectos de la sentencia favorable a la liga europea.
El espíritu de la misma refleja que las viejas estructuras del fútbol, inamovibles, con escaleras federativas y cargos controlados orgánicamente están en debate. La principal razón es que los clubes, y cada vez más los jugadores, reclaman ser dueños de su destino. Desde la UEFA entendieron que una de las razones básicas era el capital y por ello el movimiento telúrico que provocó la Superliga modificó el formato de la Champions League. Subieron los fondos a repartir, pero también los partidos, una correlación que no contenta a los «protagonistas del negocio», como fueron definidos los jugadores de élite por parte de las organizaciones que representan.
Una sentencia pionera que fue la base del ‘caso Diarra’
La Superliga está lejos de ser una realidad, a pesar de que A22, la empresa que gestiona la competición, aprovechó el fallo positivo para presentar un formato de divisiones, más abierto que la idea inicial. Incluso se anunció un operador y se pusieron fechas muy cercanas en el tiempo, a la vez que se habló de decenas de apoyos que estaban a la espera de dar el ‘sí, quiero’ público. Esto no ha pasado todavía, con el Real Madrid como gran bandera del proyecto, con el FC Barcelona a un lado. De esto se mofó abiertamente Aleksander Ceferin, presidente de la UEFA: «Que se lo pasen bien jugando entre ellos».
El ‘statu quo’ en plenitud y que viene de encajar otro duro varapalo con la sentencia del ‘caso Diarra’, también mencionada por Tebas. Lass Diarra, que jugó en el Real Madrid, además de en Chelsea, Arsenal o PSG, entre otros, no pudo firmar en 2014 por el Charleroi belga tras haber rescindido con el Lokomotiv de Moscú, porque la FIFA le negó el ‘transfer’ al tener deudas sin saldar con los rusos. El jugador, además, fue multado con 10 millones. El TJUE determinó que «algunas de las normas de la FIFA en materia de transferencia internacional de los jugadores profesionales son contrarias al Derecho de la Unión Europea y obstaculizan la libre circulación de los jugadores, para restringir la competencia entre los clubes».
La noticia estiró las orejas de la Superliga. «Los últimos fallos del TJUE han demostrado que las asociaciones internacionales deben garantizar y ya no evitar que sus actividades y estatutos sean compatibles con el derecho de la UE. Los pilares sobre los que se ha basado hasta ahora el monopolio de estos organismos se están derrumbando», sacaba pecho Bernd Reichart, CEO de A22 Sports Management, en una entrevista con Kicker. Más si cabe porque los jueces del ‘caso Diarra’ citaban en su fallo el de la Superliga hasta 35 veces, lo que demuestra el alcance del juicio, algo reforzado en la intervención de los representantes de los jugadores y los clubes frente a la FIFA por el calendario.
Mundial de Clubes y la pervivencia de la estructura piramidal
En la rueda de prensa por el proceso judicial que tuvo lugar en Bruselas estuvieron presentes, además de Tebas, en nombre de LaLiga, Lorin Parys, CEO de la Pro League de Bélgica; David Terrier, presidente de FIFPro Europa; Mathieu Moreuil, director de relaciones internacionales y con la UE de la Premier; Kristoffer Vatshaug, presidente de la Asociación Noruega de Jugadores y Umberto Calcagno, presidente de la Asociación Italia de Jugadores. Todos coincidieron en señalar dos de los torneos que dependen enteramente de la FIFA como son el próximo Mundial de Clubes y el Mundial de 2026. Dos muestras de la sobredimensión a la que está sometido el calendario.
Pero también hubo comentarios sobre el nuevo formato de Champions, ampliado, pero que, a juicio del italiano Calcagno, no está resolviendo los retos de proporcionalidad. En la crítica de los demandantes está la defensa de los jugadores de élite -«la salud no es un tema sindical»- pero también que los clubes modestos trabajan para los grandes y se ven afectados por su continuo crecimiento de capitales. A pesar de que desde la FIFA y la UEFA, el principal argumento contra la Superliga ha sido el mantenimiento de la estructura piramidal que vincula al fútbol de base con los clubes de élite.
Las ligas europeas saben que de salir adelante un proyecto como el de la Superliga supondría su defunción tal y como se conocen. Pervivirían en otra forma de negocio lleno de incertidumbres. Pero el enemigo común de la FIFA y la UEFA, que a su juicio les impide crear un calendario compensado, ha hecho que el proyecto que combaten por esencia sea a la vez la base de su argumentación jurídica. «Están perjudicando los intereses económicos de las ligas nacionales y la seguridad de los jugadores», demandaron en lo que Tebas calificó como uno de los «días más importantes e históricos del fútbol». Y vaya si lo fue, hasta el punto de poner en la misma trinchera a enemigos a priori irreconciliables.