En el año 1940, apenas acabada la guerra civil española que dio inicio a otra terrible represión contra los perdedores de aquel conflicto, Juan Paredes Muñoz y Antonia Carrillo Apolo salieron de Puebla de la Reina, en Badajoz, y cruzaron en tren toda la península cargados con sus pertenencias para instalarse en Gandia. Con ellos, su hija Isabel, de solo dos años. En esta ciudad encuentran una paz que seguramente no habrían disfrutado en Puebla de la Reina, y aquí tuvieron otros dos hijos, Juan y María Jesús.
Hasta ahí el relato carece de más trascendencia, pero la historia toma otra dimensión décadas después, cuando los nietos de aquella familia detectan que Juan y Antonia, a diferencia de lo que habría sido normal, mantuvieron escasa o nula relación con su localidad natal y con el resto de la familia Paredes.
Interesado por sus ancestros, Álex Solís Paredes grabó a finales de los 80 varias cintas de casete con entrevistas a sus abuelos Juan y Antonia en las que hablaban de su vida en Badajoz y de su «huida» hacia Gandia. Entonces no detectó nada raro, pero años después, durante aquella parálisis de la pandemia del covid, afloró su afición al periodismo y las cintas le sugirieron que allí había algo escondido. «Entonces es cuando escuché los silencios». Álex se refiere a esos instantes en los que sus familiares detienen la palabra y evitan explicar. Transmiten el vacío y el temor que se impuso tras la guerra civil para evitar represalias por parte de los vencedores.
Es así cuando empezó a surgir la historia oculta de los familiares de Juan Paredes y Antonia Carrillo, y es en ese momento cuando detectan que una parte de sus ancestros no tuvo más opción que el exilio. Era raro que en Puebla de la Reina no quedara nadie, y también extraño que allí no hubiese una casa o alguna propiedad familiar.
La curiosidad fue en aumento y entonces se echó mano de las redes sociales, preguntando en aquel pueblo si alguien conocía a los Paredes-Muñoz. Sorprendentemente, la primera noticia llegó del otro lado del Atlántico. Un sobrino, Manuel, reconoció ser parte de ese grupo y, a partir de ahí, se fue recomponiendo un mural que, como en tantas otras ocasiones, revelaba que había hermanos de izquierdas y de derechas, que unos habían muerto en la guerra, otros se habían exiliado a Francia, donde les alcanzó la Segunda Guerra Mundial y la invasión de la Alemania Nazi, solicitando también el exilio a México. Otros no menos infortunados habían sufrido el infierno de los campos de concentración franquistas. En definitiva, la guerra y la represión habían roto la familia y cualquier atisbo de relación entre sus miembros.
«La realidad es que todo apunta a una especie de destierro impuesto», señala Álex, quien no tiene dudas de que sus ancestros en Puebla de la Reina optaron por salir del lugar donde habían nacido y vivido para evitar problemas. Lo mejor fue iniciar una nueva vida que incluía olvidar toda la anterior. «Lo interesante de toda esta historia es haber descubierto que eso es lo que ha pasado a miles de familias que interiorizaron que eran culpables de lo ocurrido y lo ocultaban con su silencio», añade el hombre que, casi 90 años después, ha logrado recomponer una parte de la familia o, mejor dicho, de los descendientes de aquellas familias.
En Gandia Juan Paredes Muñoz trabajó en la fábrica de la seda de Lombard, situada en la calle de Sant Francesc de Borja, y después en la misma empresa en Almoines. Para poder subsistir compaginaba este y otros trabajos con ser acomodador del Teatre Serrano y del Cine Paz, ese gran local que desapareció tras un incendio.
El descubrimiento de la historia ha llevado consigo el afán de reconocerse como una familia. Por eso varios de ellos ya organizaron dos encuentros de los Paredes, pero el más emblemático de ellos ha tenido lugar hace unos días en Gandia y, además, en el Teatre Serrano, donde trabajó Juan Paredes.
Setenta familiares
Setenta familiares, entre primos hermanos, primos segundos, tíos, sobrinos y allegados, se han encontrado y muchos visto por primera vez, y han roto el paréntesis que abrió una guerra. «Ha sido como una cita a ciegas entre familiares», relata Álex Solís, quien cuenta que a esta reunión acudieron desde Gandia, Barcelona, Madrid, Normandía y, obviamente, desde varias localidades de Extremadura.
Además de verse las caras, comer y poner flores a Juan Paredes y Antonia Carrillo en el cementerio, ahora tienen un grupo de watsap, y Álex subraya que existe mucho ‘feeling’ entre familiares que antes ni sabían de su existencia. Han creado un archivo sonoro con los testimonios de la gente más mayor, y preparan un libro con fotografías y la historia de la familia encontrada. «Es curioso ver cómo ahora, cada mañana, alguien envía un ‘buenos días’ que revela la existencia de una familia reconstruida. El lema del encuentro de Gandia, «Que las guerras no vuelvan a separar a familiares y amigos», lo dice todo.