Los vecinos de la Colònia de Sant Jordi no pueden dejar de recordar la figura de Erika Röhrig, la mujer que el miércoles por la tarde murió asesinada a manos de su yerno, un individuo de origen portugués que no tiene muy buena fama por la zona. La víctima, suiza de 74 años, llevaba más de media vida residiendo en este núcleo costero. Llegó con su marido, alemán, y ambos montaron un restaurante llamado Casanova, que hace más de quince años que cerró sus puertas. Pero este negocio permitió al matrimonio abrirse paso en la Colònia de Sant Jordi, donde conocían a mucha gente. El marido murió hace más de diez años y ella vivía con su hija en esta finca apartada donde se produjo la tragedia.

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