Hace más de dos décadas que el tenis masculino de Estados Unidos inició en los Grand Slam una travesía del desierto. Desde que en 2003 Andy Roddick alzó en Nueva York el trofeo, ningún hombre envuelto en la bandera de las barras y estrellas ha vuelto a conseguirlo en un grande, La sequía no ha acabado pero al menos estos días en Flushing Meadows llueve la esperanza.
Con Taylor Fritz y Frances Tiafoe citados en la semifinal de este viernes del Abierto estadounidense (la otra mide a Jannik Sinner con Jack Draper), se repite un logro local que no se vivía desde 2005, cuando André Agassi se impuso a Robby Ginepri. Y la presencia estadounidense en la lucha final por el título está asegurada, algo que tampoco sucedía en un grande desde que Roddick se midió (y perdió) en Wimbledon con Roger Federer en 2009.
Orgullo nacional
Hay un orgullo nacional que lo llena todo estos días en el Centro Nacional de Tenis Billie Jean King en Queens, donde también dos mujeres estadounidenses, Emma Navarro y Jessica Pagula, se habían garantizado sus primeras semifinales de un grande y tenían respectivamente a Aryna Sabalenka y a Karolina Muchova como ultimas barreras para dar un paso más.
Como los cócteles con bolitas de melón y los vasos de champán a 34 dólares, se derrama por estos pagos una sensación de que años de trabajo dan fruto y florecen justo en una edición y un momento que representa definitivamente un cambio de era en el tenis masculino: la primera vez desde 2002 en que ninguno de los nombres del Big Three (el ya retirado Roger Federer, Rafael Nadal y Novak Djokovic) aparecen en el palmarés de grandes de un año.
Exudan ese orgullo y satisfacción fans y jugadores y, también, Martin Blackman, el hombre que lleva desde 2015 al frente del programa de desarrollo de jugadores de la federación estadounidense (USTA). “Hemos pasado 15 años intentando llegar a donde estamos”, decía hace unos días en ESPN, repasando un momento en que son cinco los jugadores estadounidenses los situados entre los 20 primeros en el ranking de la ATP: Fritz, Ben Shelton, Tiafoe, Tommy Paul y Sebastian Korda.
“Todos pueden ganar un Slam. Puede que no pase, pero son capaces. Todos han estado dispuestos a sacrificarse y comprometerse del todo y no están felices o satisfechos con llegar a octavos o a cuartos”, explicaba Blackman.
El empuje femenino
La eclosión de estrellas masculinas se ha hecho esperar mucho más que la femenina. También hay cinco tenistas estadounidenses entre las 25 mejores de la WTA. Y las tenistas estadounidenses, en buena parte gracias a las hermanas Serena y Venus Williams, pero también con jugadoras como Coco Gauff, Sloane Stephens y Sofia Kenin, han creado una transición fluida, con una continuidad de títulos en los Grand Slam ausente en el campo masculino, sin herederos para campeones como Roddick, Pete Sampras y Agassi, Jim Courier, John McEnroe, Jimmy Connors o Arthur Ashe.
Blackman, el directivo de la USTA; precisamente marcaba la estelar actuación del tenis femenino estadounidense en el Abierto neoyorquino de 2017 (donde las cuatro semifinalistas fueron locales y que ganó Stephens), como un punto de inflexión. “Fue probablemente una llamada de atención para los chicos, una especie de principio”, reflexionaba. ”La atención y la visibilidad que las mujeres consiguieron por ese logro asombroso prendió una chispa de urgencia y fue parte de la ecuación para llegar a este punto”.
Incentivos y cambio de era
Los tenistas que han creado este momento de esperanza se empujan unos a otros. Así al menos lo explicaba hace unos días Shelton, el segundo estadounidense en mejor posición en la ATP tras Fritz, que cayó en tercera ronda ante su compatriota Tiafoe. “Cuando fui el número 1 de EEUU este año cuatro minutos y medio Taylor Fritz se encendió. No digo que fuera por mí, pero fue una consecuencia, quizá coincidencia. Cuanto más sigamos empujándonos unos a otros, más nos movemos en la dirección correcta”, declaraba también Shelton, que sentenciaba que “la calidad del tenis masculino estadounidense está 100% al alza”.
Tiafoe, uno de los dos que tiene cita con la historia, también ha hablado de un momento que, asegura, tenía que llegar. “Entre nosotros llevamos años hablando de esto. Somos el grupo, Hablamos de ello abiertamente”, decía. “Hemos estado llamando a la puerta y es solo cuestión de tiempo”.
Tiafoe admite también que es el momento oportuno dado el cambio de guardia. “No es como antes, cuando alcanzaban unos cuartos, jugabas con Rafa y te ponías a buscar el vuelo (de regreso a casa). Esa es la realidad, ahora es totalmente diferente. Nadie es imbatible. Y es emocionante”.