La princesa Leonor comenzó en 2023 su formación militar como heredera al trono. Tres años en los que debía pasar por las academias de los tres Ejércitos (Tierra, Armada, y Aire y Espacio) antes de ir a la universidad y que arrancaron con su instrucción en la Escuela Militar del Ejército de Tierra en Zaragoza, en septiembre del año pasado.
En este curso lectivo militar de 2024 su destino es Marín, donde hace unas semanas la hija mayor de los reyes realizaba su primera visita oficial como futura alumna de la Escuela Naval (ENM) ubicada en la villa pontevedresa. La heredera de la Corona estuvo acompañando a Felipe VI y a la reina Letizia en el acto de la entrega de los Reales Despachos. Este 29 de agosto es el día más esperado. Aquí residirá Leonor, a partir de este jueves y durante los próximos meses, para seguir formándose.
Y en en el mes de enero, la Princesa de Asturias se embarcará en el buque escuela Juan Sebastián de Elcano, para completar su formación en el crucero de instrucción de guardiamarinas.
La instrucción de la heredera se ha diseñado, punto por punto, sobre la que siguió su padre, dado que ostentará el mando supremo de las Fuerzas Armadas cuando sea reina. Esta escala formativa gallega de Leonor también la cumplió el ahora monarca en 1986, cuando ostentaba el título de príncipe de Asturias. Fue el 1 de septiembre cuando Felipe de Borbón ingresaba en la academia naval de Marín.
Una hoja de ruta que estaba estrictamente pautada en el aspecto formativo, pero aún por escribir en cuanto a su vida social y personal, como para cualquier joven recién llegado a la mayoría de edad -había cumplido los 18, en enero de ese año-. Leonor llega también a la Escuela Naval aún con 18 años, aunque cumplirá los 19 dos meses después del inicio de su instrucción, concretamente el 31 de octubre.
Felipe en Marín
«Fue uno más», dicen los que compartieron instrucción con él. El príncipe de Asturias era un alumno de alta estatura, aunque aún le quedaban centímetros por crecer cuando desembarcó en la Escuela Naval de Marín.
El trato recibido por parte de los docentes y su «excelente integración» con el resto de los compañeros apenas le señalaban como el heredero de la Corona, ya que no hubo preferencias en el tú a tú de profesor a estudiante. Aquel curso, el príncipe compartío habitación al igual que cualquier otro estudiante, pero no hay duda de que su presencia causaba cierto revuelo y repercusión tanto en las instalaciones y en el municipio de Marín, como en otros puntos de la provincia que Su Alteza Real aprovechaba para visitar durante su tiempo libre los fines de semana.
Era una época sin internet, donde las redes sociales se tejían con una débil telaraña de dimes y diretes, de rumores aquí y allá, que a lo largo de los meses fueron quedando en el recuerdo de sus protagonistas, y en ocasiones, negro sobre blanco cuando los cronistas de entonces se las ingeniaban para rescatar algún episodio jugoso de las andanzas gallegas del apuesto y tímido estudiante al que denominaban en la ENM, caballero Borbón.
Otra de las diferencias con respecto al resto se centraba en una formación exprés realizada a través de un curso intensivo, que los otros estudiantes afrontaban en cinco. Su plan de estudios tenía tres finalidades: ambientación naval para conocer la Armada y la profesión naval militar, su formación castrense con vistas a la preparación para el mando y una apuesta por la convivencia y la vinculación con el resto del alumnado.
Pequeños castigos
Con ellos, con los 70 compañeros de la III Brigada, compartió momentos de estudio y responsabilidad, pero también confidencias y alguna que otra trastería o despiste, con sus lógicas repercusiones. Fue castigado por faltas leves, por retrasos en la incorporación a las distintas actividades o a las denominadas «faltas de policía», relativas a incorrecciones en indumentaria o reglamento. Y como ocurrió con cualquiera que incurriese en estas faltas, las saldó, bien con carreras o con escaladas al palo mayor de la explanada de la Escuela.
En el aspecto académico, al caballero Borbón se le recuerda como un estudiante «francamente bueno», sin sumar suspenso alguno durante su estancia en Marín. Destacaba en las operaciones navales tácticas y en las actividades físicas.
Estuvo cien días en la Escuela Naval, formación que concluiría con su embarque, en enero de 1987, en el «Juan Sebastián Elcano», donde permaneció durante seis meses para completar su formación en la Armada. En 1989 recibió el real despacho de alférez de navío de manos de su abuelo, Juan de Borbón.
El baile de los guardamarinas
En esos algo más de tres meses de vida en la villa pontevedresa, el estudiante Felipe fue el protagonista en el baile de los guardiamarinas, o ‘Baile del Ciento’, nombre que hace referencia a esos cien días antes de comenzar la navegación, y una tradición que actualmente se mantiene.
Según relatan quienes estaban al mando de la ENM en la década de los años 80, para esa edición de la celebración «hubo tantas peticiones de invitaciones que no se pudieron atender todas». Solicitudes, en muchos casos, de jóvenes mujeres de todo el país que querían conocer en persona a un príncipe que levantaba expectación allá donde iba.
La estancia en Marín, que le llevó a inscribir su nombre en el libro de honor del concello como «hijo adoptivo», también le sirvió al príncipe para conocer a fondo Galicia y, sobre todo, las Rías Baixas. Durante la semana estaba siempre en las instalaciones militares, con una rutina que comenzaba a las siete de la mañana y que concluía con el llamado «toque de silencio» a las once de la noche. Pero durante los fines de semana aprovechaba para recorrer diversos puntos de la geografía cercana.
Hubo constancia de que en ocasiones se quedaba en el Parador de Pontevedra o en un hotel de Vigo. Su ayudante personal, el teniente coronel Alcina, casado con una hija de la familia pontevedresa Gorostiaga, le acompañaba los sábados y domingos. Iba al cine o de compras, y precisamente, en una visita a unos grandes almacenes de Vigo, el príncipe se convertía en el centro de atención de compradores y dependientes, que le recibieron con aplausos cuando todos se empezaron a dar cuenta de quién era.
Gastroenteritis por marisco
También en su tiempo libre padeció uno de sus incidentes más conocidos durante su etapa gallega. Tras una comida a base de marisco sufrió una gastroenteritis por la que requirió cuidados hospitalarios durante dos días. Aún hoy, las malas lenguas aseguran que los propietarios del establecimiento, situado en una localidad ‘de cuyo nombre no quiero acordarme’, y donde el heredero degustó estos tesoros marinos de las aguas gallegas tuvieron que cambiar el nombre al local para evitar la mala prensa.
La participación del heredero en la vida social de la capital de la provincia fue notoria. Sobre todo en el Liceo Casino de Pontevedra, que le otorgó una de las tres medallas de oro que ha entregado en sus casi 170 años de historia (las otras fueron para el almirante Méndez Núñez en 1868 y para la Escuela Naval en 1993).
«Era un asiduo de aquí; muy bromista con sus compañeros y una persona amable», recordaba hace años el que fuera presidente de la la entidad entre 1985 y 2006, fallecido hace ahora dos años José Ángel Fernández Arruti, quien también aseguró que «había hecho buenos amigos y amigas aquí que todavía mantiene«. Apuntaba, además, haber vivido un supuesto romance con una joven de Pontevedra «guapísima, por cierto».
Combarro, visita casi obligada para Leonor
En esa época, Combarro era una escapada habitual de los alumnos de la Escuela que aprovechaban sus días libres para comer empanada en O Peirao. Hasta el punto era lugar de referencia para los estudiantes, que ya como monarca, Felipe VI regresaba hace 12 años al restaurante Alvariñas, para cenar con sus compañeros y celebrar los veinticinco años de su promoción de guardiamarinas, la de 1989. El rey degustó, una vez más, los productos típicos de Galicia y recordó así sus tiempos más jóvenes de cuando acudían al local de O Peirao que regentaba el progenitor de esta familia de hosteleros.
Atún rojo, zamburiñas, navajas o solomillo, estaban entre los cincuenta pinchos que degustaron esa noche de reencuentro y de la que el matrimonio propietario del restaurante, Jaime Alvariñas y Maruja Vicente fueron testigos.
Al día siguiente recordaron con Faro de Vigo, de Prensa Ibérica, algunas anécdotas de los alumnos: «Cuando venían navegando desde Marín hasta aquí (Combarro) llegaban congelados y empapados. Entonces, les dábamos mantas, jerseys secos, y comida caliente para que entraran en calor», recuerda el matrimonio . «Los marinos llegaban a decirme que era como su segunda madre, decían que tenían una madre en su pueblo y otra en Combarro que era yo», señaló la mujer. Sobre la relación directa con el, por aquel entonces, príncipe de Asturias, el matrimonio lo recuerda como una persona muy familiar, «que le gustaba mucho la empanada y el pulpo», matizan.
Durante aquella cena, Maruja tuvo la oportunidad de compartir una breve conversación con el rey: «Sacamos unas fotos y le dije que tenía unas hijas muy guapas, y me contestó que sí, que lo eran y que estaba encantado con las dos niñas, Leonor y Sofía».
Por aquel entonces la princesa de Asturias apenas tenía ocho años. Ha pasado una década, y quizá la propietaria de este restaurante de Combarro pueda conocer, esta vez en persona, a la heredera de la Corona. Tendría la misma edad que su padre cuando éste acudía asiduamente al establecimiento.
Seguro que Leonor es consciente de su existencia, y de otros lugares memorizados en esa hoja de ruta, en ocasiones improvisada, que el ahora monarca fue completando y disfrutando durante su breve pero intenso periplo en tierras gallegas.