La historia se hace. Se escribe con el esfuerzo de muchas. Son las que van cambiando poco a poco el deporte y la sociedad. Pero siempre hay alguien que pone la primera letra, que rompe el primer muro que se creía insalvable. Natalia Via-Dufresne es una de estas referentes que abrieron paso, en su caso sobre el mar de Barcelona en los JJOO del 92, pero que años más tarde lidera una revolución en los despachos. Actual gerente de operaciones de la Copa América, forma parte de la que será la primera Copa América para mujeres.
Han pasado ya más de 30 años desde que se colgó su primera medalla olímpica. Pero con el paso del tiempo no se ha alejado del mar.
Estoy trabajando en la realización de la Copa América, que será este verano en Barcelona, en la parte sobre todo de operaciones en el agua, que es en lo que puedo aportar más y mejor. Ahora estoy viendo los Juegos un poco desde la distancia. Ganas de que empiecen y a ver si hay buenos resultados. Siempre en los Juegos Olímpicos a todo el mundo le gusta verlos y seguirlos. Y bueno, recordando los momentos donde he estado yo participando.
¿Cómo es ese recuerdo de los Juegos Olímpicos, sobre todo los primeros en Barcelona?
En Barcelona fueron los JJOO más mediáticos y justamente fueron mis primeros Juegos. Yo tenía 19 años recién cumplidos y fue muy muy curioso todo porque hoy en día la gente se acuerda de esa medalla porque fue un poco sorpresa. No era favorita. Estaba por aquel entonces el príncipe también, el rey Felipe, estaba navegando en el equipo olímpico y eso atraía mucho. Yo gané medalla y no era la esperaba. Fue muy bienvenida y todo el mundo se alegró muchísimo. Mucha gente se acuerda, ¡aparte de porque el apellido es raro! Ahora me pasa con la Copa América, mucha gente me lo dice.
¿El no estar en el foco le permitió vivirlo con más tranquilidad?
Yo estaba preparándome como todos. Cuando dijeron que Barcelona sería la sede para la vela nos mudamos al Puerto Olímpico que estaban construyéndolo. Yo era muy joven y era la primera vez. Yo de pequeñita no decía que quería ir a los Juegos Olímpicos. A mí me gustaba competir y me encontré clasificada para ir. Lo consideraba como una regata más y mi entrenador me ayudó mucho. En la vela es difícil tener público y medios de comunicación presentes cuando estás compitiendo. No estaba acostumbrada a eso, pero él me dijo que tenía que estar enfocada en la competición. Era una ocasión diferente, especial, donde todos íbamos vestidos igual y vivíamos en la Villa Olímpica, pero dentro del agua era lo mismo.
Y se llevó la medalla.
El último día ya salí al agua sabiendo que ganar la de oro era muy difícil pero que la de plata estaba bastante a mano. Tenía que controlar a la que iba a tercera para que no hubiera ningún contratiempo y así fue. Empecé mejor, pero como me puse nerviosa para controlar la otra fue perdiendo posiciones pero siempre controlando. Lo recuerdo como si fuera ayer. En el puerto olímpico había unas rampas que habían colocado para la competición, estaba todo vacío solo para la competición. La rampa donde yo tenía que llegar y entrar el barco por ahí estaba llenísima de gente. Yo decía: ‘ostras ¿y por dónde entro? ¿por dónde voy? Mi entrenador me gritaba: «¡ven ven! Es aquí. Toda esta gente está aquí por ti.» Había mucha gente esperándome y me tiraron al agua.
Y si ya es impresionante ganar una medalla, hacerlo delante de los suyos tiene que ser aún más especial.
Tener a mi familia cerca fue muy chulo. Mis padres y mis hermanos pudieron entrar en la Villa, acceder al puerto y salir al agua. Esa facilidad de tenerlos tan cerca nunca más ha pasado.
¿Y cómo se gestiona cuando se apagan los focos de los JJOO?
Noté el cambio. Te empiezan a hacer entrevistas, todo el mundo quiere hablar contigo. Y para mí era: «¡mi vida sigue igual!». Pero la vela no es un deporte tan mediático y sí que fueron esos momentos después del evento. Además, te invitan a celebraciones y a actos que estas superagredecida que se acuerden de ti y te inviten a sitios.
Tras el éxito en Barcelona, sin embargo, todo se torció.
Me preparé para los siguientes Juegos que eran en Atlanta en el año 96, pero no fui seleccionada para ir a los Juegos. Fue un momento duro porque yo estaba mucho más preparada que en el 92. Podía haber estado ahí delante otra vez y no tuve la oportunidad por temas de federaciones y selecciones que no cuajaron. No podía hacerle más e iba a dejar de navegar. Pero hice un cambio de chip y probé de cambiar de clase a un barco doble con otra persona. Empecé a formarme hasta que conseguimos ir a los JJOO de Sídney.
¿Fue un alivio?
Fue más bien una sorpresa. Yo tampoco pensaba que tan rápido pudiéramos conseguir plaza y clasificarnos como representantes para ir a Sídney. Quedamos sextas, logramos un diploma. En ese momento decidimos volvernos a preparar y hacer otra campaña olímpica hasta llegar a Atenas 2004.
Y se volvió a colgar una plata.
La verdad es que fue como de oro. La que ganó era la griega, que jugaba en casa, y era mucho muy superior al resto.
Ha vivido desde dentro la evolución de la mujer dentro de los JJOO. ¿Cómo ha vivido el cambio?
En los JJOO del 88 solo había una clase femenina y para el 92 pusieron una clase femenina individual y otra para el windsurf. Así que la clase individual femenina que añadieron para el 92 era la clase en la que yo estaba navegando. Entonces, todo esto ha ido evolucionando, cada vez ha habido más clases para chicas, y de hecho, ahora ya hay paridad total de participación entre hombres y mujeres. Además, ahora hay categorías mixtas. Todo va evolucionando. Después, en salarios, yo no he vivido diferencias. Era más por resultado y como había categoría femenina o masculina, cobraban lo mismo.
¿Y cómo ha visto usted ahora desde fuera el deporte femenino?
Cuando yo empecé mis referentes eran hombres. Y ahora no, las chicas se fijan en chicas. Ha evolucionado para bien y hay mucho más empoderamiento de las mujeres deportistas. En el fútbol ha sido un boom, el fútbol es un deporte muy mediático y ojalá pasara en todos los deportes. A mí hoy en día a veces las chicas me dicen: ‘yo desde pequeñita que me fije en ti’. Te llena de orgullo que alguien te lo diga, porque tú no te das cuenta.
Los JJOO son uno de los grandes escaparates del deporte femenino.
Si, aunque depende del deporte. Por ejemplo, el tenis o el futbol es una competición más para ellos, no los necesitan. En cambio, para muchísimos deportistas que no reciben retorno económico ni mediático poder ir a unos Juegos es lo más. Te da visibilidad. Es un momento en el que tú te puedes mostrar, que los medios te conocen, porque muchas veces somos invisibles. Cada año hay campeonatos del mundo, de Europa y hacemos resultados, pero es en los Juegos donde puedes ser más visible.
¿Ahora, ya no como deportista si no como dirigente, como ve la evolución de la mujer en los puestos de poder?
Creo que tiene que ser más real. Se habla mucho de la paridad, de la igualdad, pero falta que realmente sea así. Y no solo en las deportistas, sino en todas las mujeres que están en entidades deportivas, que pueden estar en puestos de dirección, de gestión, de responsabilidad. Todavía falta mucho por trabajar. Hay que hacer un «push» en eso. Hay gente muy valiosa. La realidad es que se dice mucho, realmente hay que contar con nosotras. Que no se diga tanto, pero que se pase a la acción. Porque mucha gente dice: «estamos poniendo más mujeres, hay más paridad», pero la realidad es que no pasa mucho y esto cuesta más.
Hay muchas barreras para que las deportistas puedan convertirse en directivas. ¿Cómo lo vivió usted?
Cuesta más, sí. El entorno siempre es muy de hombres y cuesta que se tenga en cuenta. Llegas allí, es un sitio en que no es remunerado [directiva], que en las juntas directivas de los clubs o de una federación está lleno de hombres, todos con unas ideas… Te sientes que dices que para qué me voy a meter allí. Es que ya no te entran las ganas de formar parte de eso. Y no te escuchan, consideran que tú no tienes experiencia, o que las cosas se hacen así o que siempre se han hecho así. Romper estos techos cuesta, ¿eh?