El recientemente fallecido profesor Francisco Rico solía exponer con suma maestría en sus trabajos una de las claves de la pervivencia en el imaginario popular durante siglos de los héroes de los cantares de gesta: a través de la escucha, de boca de los juglares, de los largos poemas épicos o los textos más breves del maravilloso Romancero, el pueblo acababa interiorizando las historias narradas hasta el punto de hacerlas suyas. Con el tiempo, y tras añadir una pizca de sal y algo de picante al poema original, ellos mismos se acababan convirtiendo, para deleite ajeno, en relatores de las hazañas de personajes legendarios.

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