Cada vez más expresivo en el campo, Cristiano Ronaldo fue el autor de una opereta en el Portugal-Eslovenia con la secuencia de sus intervenciones. El capitán luso reclama para sí los focos, sabiéndose el centro de atención su equipo.
La intensidad de la luz ha ido aumentando a medida que iba construyendo una formidable carrera y el delantero no abandona su deseo de seguir siendo el epicentro hasta que se despida. Dio sus primeros pasos hacia el adiós al marcharse al retiro dorado de Arabia Saudita y ha confirmado que la Eurocopa significará su despedida del escenario internacional.
Ya ha logrado su propósito de disputar seis ediciones, lo que le sitúa en el primer lugar del gremio en longevidad. Permanece aún el objetivo de ser el futbolista de mayor edad en marcar un gol. Lleva cuatro partidos de frustración, y ese récord lo ha capturado Luka Modric cuando marcó a Italia con 38 años y 289 días. Cristiano cumplió los 39 años el 5 de febrero.
El tercer desafío
Ante Eslovenia se le volvió a presentar la ocasión. Dispuso de varias oportunidades, entre ellas la más clara: un penalti. Había disfrutado de una falta y un mano a mano con Jan Oblak que el meta ganó. Y llegó el tercer desafío mutuo, a punto de concluir el primer tiempo de la prórroga. Oblak hizo una excelente intervención. «Tengo que revisar si lo lance bien o mal», dijo Cristiano al final del encuentro, recuperada la compostura y la frialdad.
Ese error desató el drama protagonizado por el astro, que se puso a llorar por el error. Las cámaras le siguen ahora por la elocuencia de sus reacciones emocionales que por sus gestos futbolísticos, más frecuentes los primeros, escaseando los segundos.
«Son momentos inexplicables. Tuve la oportunidad de poner por delante a la selección y no lo conseguí. Oblak hizo una buena parada. Durante el año no fallé ni una vez y en el momento que más lo necesitaba, Oblak lo paró», explicó Cristiano, que convirtió en una tragedia la derrota del Al Nasser en la final de la copa saudí ante el Al Hilal. Ahí se tumbó al final de la tanda con una llorera desmedida.
Ante Eslovenia el partido continuaba, aunque en el descanso de la prórroga tuvo que ser consolado por sus compañeros. Arriba en la tribuna, la madre también derramaba lágrimas. Mayor habría sido su sentimiento de culpa si Diogo Costa, en la primera de sus cruciales intervenciones, no hubiera desviado un mano a mano con Benjamin Sesko después de un grave error de Pepe en el minuto 114.
Diego Costa convirtió el drama mundial en la inmensa liberación de Cristiano con las tres paradas de la tanda. El capitán había vuelto a lanzar otro penalti, el primero, y batió a Oblak, tras lo cual se dirigió a la grada pidiendo perdón a los aficionados portugueses, como si el destino de todo el país recayera en sus acciones.
Así reivindicó Cristiano el papel nuclear que se atribuye. «Fallé el penalti, pero quería ser el primero en marcar, porque hay que asumir la responsabilidad», expuso el capitán, que dijo haber olvidado el fallo anterior por la victoria final que le emplaza a la quinta batalla: los cuartos de final contra Francia este viernes en Hamburgo.