La capital busca un cambio de imagen para 2035. En once años el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria pretende incrementar las zonas verdes de la urbe y llenar el mapa de la ciudad de vegetación. «No tenemos una ciudad verde», reconoció la alcaldesa, Carolina Darias, en la presentación del primer Plan Director de Infraestructuras Verde-Azul y Biodiversidad de la ciudad. Esta nueva iniciativa está compuesta por seis líneas de actuación y 27 acciones con el objetivo de regenerar la flora y fauna de 18.000 hectáreas o la renaturalización de 140 kilómetros de barrancos, entre otras actuaciones. Algunos ya están en marcha como el Paseo Guiniguada de la Cultura y las Artes Canarias o la renaturalización del corredor verde Tamaraceite-Ciudad Alta, que duplicarán el espacio de zonas de verdes en áreas urbanas de los seis metros cuadrados por habitante actuales, a los 13 que contempla este plan.
Las ciudades se expanden y a su paso toman espacios en los que antes convivía la flora y fauna local. Por ello, la primera línea de actuación es la protección de la biodiversidad. Una de las prioridades es el escarabajo de La Minilla, el charrán común, la pardela cenicienta, así como el lagarto de Gran Canaria, pero también plantas que están amenazadas como la retama, la dama de bandama o la yerbamuda de Jinámar.
Más árboles
En este plan de regeneración es esencial aumentar el volumen de los espacios naturales, y los entornos rurales son esenciales para el objetivo. Aunque la capital grancanaria tiene una gran densidad urbana, la mitad de su territorio es suelo rural. Muchas parcelas dentro de esta categoría fueron utilizadas con fines agrícolas y actualmente están en desuso, por lo que podrían convertirse en espacios de grandes arboledas. Ya hay algunas zonas pensadas en San José del Álamo, pero habrá varias más, ya que está previsto que 2.500 hectáreas se conviertan en zonas de bosque.
Darias apuntó que «gracias a este proyecto se renaturaliza la ciudad consolidada, definiendo un nuevo paisaje urbano, pero también se recupera el papel del extenso medio rural y espacios naturales del municipio, que entre ambos ocupan más del 50% del territorio, integrándolos en el disfrute público».
Pero la regeneración de la naturaleza no sirve si no está acompañada de la concienciación ciudadana para su conservación. «La ciudad tiene una particularidad como son los barrancos con un potencial enorme para mejorar la salud de los ciudadanos», expuso el geógrafo, Santiago Hernández, adscrito al área de Urbanismo del Consistorio Capitalino. La ciudad ya cuenta con algunos senderos habilitados como el del Guiniguada, pero la red se ampliará hasta los 136 kilómetros para ampliar el área de visita y conocimiento sobre la fauna de la ciudadanía. Pero no solo en los barrancos, sino que en el interior de la ciudad existirán espacios verdes para caminar con una calidad de aire buena y menos ruido. «De alguna manera pretenda afrontar el cambio climático que ya tenemos aquí», advirtió Hernández sobre los 311 kilómetros previstos para estos senderos urbanos.
Patrimonio hídrico
La cuarta línea de actuación tiene que ver con el agua. El agua siempre ha sido un recurso tanto escaso como esencial en la cultura canaria. A lo largo de la historia el ingenio canario se hizo valer para el aprovechamiento hidráulico, lo que ha dejado una amplia herencia de patrimonio etnográfico en el municipio desde el siglo XVI. Esto es maretas, estanques de barro, acequias, canales o presas. El Ayuntamiento ya se ha puesto en marcha en este punto con la reciente compra del Molino de El Batán para convertirlo en un centro de interpretación. Por otra parte, con el cambio climático está previsto que incrementen las tormentas torrenciales, y por tanto, las inundaciones. Uno de los métodos más habituales para evitar este fenómeno es mediante un sistema urbano de drenaje sostenible, es decir, un suelo vegetal que sea capaz de absorber el agua.
El aprovechamiento de los espacios juega un papel importante a la hora de aprovechar cada milímetro para cumplir con el propósito de la duplicación de las zonas verdes. «Hay parcelas sin ocupar perfectas para su renaturalización», afirmó Hernández y puso algunos ejemplos como una ladera entre El Fondillo y San Juan u otra ubicación entre San José del Álamo y Ciudad del Campo. En esta misma línea, la renaturalización de edificios públicos en sus cubiertas, fachadas y vallados en 378 hectáreas.
Para culminar con el proyecto la última línea está ligada con la ciudadanía. El Ayuntamiento pretende incorporar 700 hectáreas de áreas de ocio y esparcimiento, así como, llegar a los 10 huertos urbanos. Una nueva modalidad serán las granjas participativas, que esperan llegar al centenar. La ciudad es el sexto municipio ganadero de Gran Canaria, por lo que con esta premisa algunas de las muchas granjas podrán tener un uso educativo y didáctico en los que compatibilizarán la actividad privada con la pública. Y por último, el proyecto se refiere a los miradores tanto rurales como urbanos de la capital. «Ya tenemos una red de miradores en varios barrios de la ciudad, pero podemos multiplicarlo por esa cantidad. Incluso ya hemos advertido o hemos propuesto 31 zonas de potenciales», detalló Hernández. «Estos miradores puedan participar de un mejor conocimiento por parte de la ciudadanía de todo ese territorio, pero también participar de la diversificación de la economía», añadió.
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