«Francia necesita una mayoría clara para avanzar con serenidad y armonía», dijo el presidente francés, Emmanuel Macron, tras convocar elecciones legislativas adelantadas, después del batacazo sufrido en las urnas en las europeas del pasado 9 de junio. Una incomprendida decisión que, desde entonces, ha despertado fuertes críticas, como las de su antiguo primer ministro, Édouard Philippe, quien le ha acusado esta semana de «matar a la mayoría presidencial«. Sin embargo, fuentes del Elíseo afirman que la disolución de la Asamblea no fue un acto espontáneo, sino fruto de semanas de debate y preparación.
Un movimiento inesperado para el resto de los mortales con el que Macron pretendía pillar a la izquierda y a la derecha tradicional descolocados para así volver a posicionarse como el único bloque contra la extrema derecha, agitando el miedo de la población a la llegada de la de Reagrupación Nacional (RN) de Marine Le Penal poder. Con lo que quizás no contaba el presidente era la rápida actuación de la izquierda al formar el Nuevo Frente Popular -alianza de socialistas, La Francia Insumisa, ecologistas y comunistas- en tan solo unos días y con que su estrategia, que había funcionado en otras ocasiones, no iba a ser viable esta vez. Su índice de popularidad es el más bajo de los últimos años, pero el presidente justificó este acto suicida como un «movimiento de aclaración» política para «evitar dar las llaves del poder a la extrema derecha» en 2027.
Además, en este contexto, cabe destacar que una paciente extrema derecha lleva cerca de 10 años pasando a la segunda vuelta en las diferentes elecciones gracias al voto de los ciudadanos. Ahora, con casi una victoria asegurada de RN, el país se prepara para decir adiós a la era macronista con cierta incomodidad.
La pregunta no es quién ganará, puesto que (casi) todos los sondeos auguran lo mismo, sino por cuánto lo hará la extrema derecha y si Le Pen conseguirá la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional para poder gobernar a sus anchas.
Todo en juego
«Es normal que la gente vote a RN. El Gobierno de Macron no ha hecho nada y nosotros lo hacemos todo: trabajar, trabajar y trabajar pero nunca te llega. Es momento de un cambio, y radical», explica a El Periódico de Catalunya, del mismo grupo editorial que este diario, Oussama, un taxista franco-argelino de París, que añade: «Mis padres llegaron aquí desde Argelia para tener una vida mejor y han cumplido. Han trabajado y han pagado sus impuestos, pero desde hace años la vida se ha puesto difícil y no descartan volver a Algeria. En París no hay vida».
El mismo discurso se repite a menudo en los taxis de París. La estrategia del partido de Le Pen basada en el populismo, contra un políticamente incorrecto Macron, ha funcionado entre las clases más populares y en las zonas rurales de Francia.
RN rechaza la polémica reforma de las pensiones y aboga por una reforma fiscal con una política de bajada de impuestos a las clases populares. Además, aboga por modificar la Constitución para «recuperar la soberanía nacional». Mientras que Macron fue el mentor de esa impopular reforma de las pensiones, su ministro de Economía anunció un recorte de 10.000 millones de euros en los últimos meses, y ha reducido los impuestos a las grandes fortunas.
Saber qué se juega Francia, y Europa, en estas elecciones legislativas tiene un componente de misterio, puesto que nunca antes la extrema derecha ha gobernado el país. Además, a medida que se acercan los comicios, va desinflando su programa político, pero algunas voces piden a la población no dejarse engañar por sus propuestas descafeinadas. «Creo que nadie puede realmente vaticinar qué pasará. Lo que es seguro es que el programa de extrema derecha no es realista. (…) Hasta que no tengamos el resultado de las elecciones, es difícil hacer predicciones realmente sólidas», afirma Clara Leonard, doctora en economía y cofundadora del Instituto Avant-Gare.
Los expertos en el país apuntan a que, en el aspecto económico, la llegada de la extrema derecha puede causar cierta inestabilidad ante políticas antieuropeas, como podría ser la decisión de no aplicar los recortes recomendados por Bruselas o activar la desconexión con la Unión Europea. Francia cuenta con un déficit público del 5,5%, y la agencia de calificación financiera S&P Global Rating rebajó por primera vez desde 2013 la nota de la deuda soberana de Francia de AA a AA-.
En el aspecto social, la «preferencia nacional» es la base que sostiene el programa ultraderechista. El fin del derecho de asilo, la doble frontera, el funcionariado para los nacionales o eliminar las ayudas sociales a los inmigrantes irregulares han sido claves en esta campaña. Se da por descontado que estas medidas provocarán importantes movilizaciones en el país.
Posible bloqueo
Por el lado político, proyectos de ley que se encontraban en pleno debate, como el de la eutanasia o la reforma del paro, han quedado en pausa tras el adelanto electoral. Si Reagrupación Nacional no consigue la mayoría absoluta en la Asamblea, aprobar sus políticas basadas en la «prioridad nacional» será poco probable teniendo enfrente al Nuevo Frente Popular que, según los sondeos, va ganando fuerza. «Macron está acabado. (…) Solo quedan los fascistas frente al Nuevo Frente Popular», sentencia el líder de los insumisos, Jean-Luc Mélenchon.
Para el presidente francés, cohabitar con un primer ministro de extrema derecha puede debilitar aún más su mandato y su liderazgo europeo. Sin la mayoría en el Parlamento, el macronismo no podrá continuar con sus reformas liberales proeuropeas, ni con su idea de política exterior activa, como tampoco de su plan de modernización de la economía francesa, tan debilitada tras la pandemia.
Ya en 2022, el Gobierno de Macron no obtuvo mayoría absoluta en la Asamblea y el bloqueo parlamentario de sus constantes propuestas han pesado en su decisión de adelantar las legislativas. Este Gobierno ha batido récords de «decretazos» para sacar adelante leyes tan impopulares como la migratoria o la reforma de pensiones.
En una semana, Francia celebrará la primera vuelta de unos comicios que pueden cambiar el rumbo de un país en el que prácticamente en cada calle puede leerse eso de «Liberté, Egalité, Fraternité», pero también el de Europa. Una jugada que podría resultar fallida y arrojar un panorama complicado para un Macron que ya ha dejado claro que no va a dimitir sea cual sea el resultado de las urnas.