Esquerra Republicana de Cataluña lleva años intentando independizarse del independentismo, para alivio de sus moderados y desesperación de sus integristas. Bajo la coartada de «ensanchar el campo soberanista», ERC encabeza la larga marcha atrás, donde hasta la peregrina propuesta de referéndum domado de Pere Aragonès se despacha como una broma adolescente. Por supuesto, la pretensión de abandonar sin rasguños un desafío al Estado hobbesiano es tan absurda como salir indemne de una relación sexual, léase a Darian Leader en Nunca es solo sexo.
Para afianzar su voltereta de retorno a la realidad, ERC necesitaba a una persona digna de confianza porque se ha pasado la vida expuesta al error. En efecto, el partido buscaba sin saberlo a un meteorólogo. No a un hombre del tiempo cualquiera, porque en Tomàs Molina de TV3 ha incorporado como número dos de las europeas a una persona cargada de inquietudes, que accidentalmente se dedica a tomarle la temperatura a Cataluña. Y que se ha convertido en una figura imprescindible, desde esta labor de médico de cabecera del país geográfico.
Si quieres ocultar un error de juventud tal que una independencia a medias o una relación sexual con secuelas, localiza una amenaza de mayor entidad. Desde su prestigio ahora puesto a prueba ideológicamente, Molina demostrará que hasta un independentista entiende que su país difícilmente sobrevivirá a una extinción del planeta por cambio climático. Y dado que los episodios más fascinantes de la política española se centran en la preponderancia territorial de PNV/Bildu y de Junts/ERC, también Puigdemont piensa haber localizado a la figura que le permita redimirse del bandidismo y migrar al capitalismo rampante. La Esquerra agraria entrega su futuro a un meteorólogo pegado al terreno, el postpujolismo se encomienda a la suprema ejecutiva Anna Navarro, una líder globalizadora y ayuna por tanto de pulsiones independentistas. Cataluña no vuelve a España, reingresa en Europa.
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