El pasado sábado, con el Sestao River venciendo por 2-1 al Rayo Majadahonda en el Estadio Municipal de Las Llanas en el minuto 84, el partido se detuvo. Cheick Sarr, portero de los visitantes, escuchó insultos racistas provenientes del fondo situado a su espalda. Según el portero senegalés, que militó en el Real Oviedo Vetusta durante la temporada 2020/21, un aficionado le había llamado «negro de mierda». En ese momento, el guardameta saltó la valla y se encaró con el sujeto que había proferido las ofensas.
Tras dirigirse Sarr a la grada, el árbitro del encuentro, el ovetense Francisco García Riesco, expulsó al portero, al que acusó en el acta de dirigirse a él «de forma violento, con clara intención de agredirme, teniendo que ser sujetado por sus compañeros presentes en el terreno de juego». El resto de jugadores del Rayo Majadahonda se solidarizaron con su portero y tomaron la determinación de retirarse del césped, por lo que el encuentro no pudo terminar de jugarse.
En una rueda de prensa ofrecida esta mañana, Sarr -que se enfrenta a una posible sanción que oscilará presumiblemente entre los cuatro y los ocho partidos- discrepó con la visión del colegiado: «Mi acto sobre el árbitro no era agresivo. Pasaron cosas que me molestaron y me mostró la roja sin preguntar nada, por eso quería preguntarle por qué con todo el respeto del mundo». El guardameta, no obstante, matizó que, ya en frío, habló con García Riesco, a quien está «agradecido» porque le «apoyó».
«El árbitro no puede hacer más». El colegiado asturiano actuó, según entiende el presidente del Comité de Árbitros de Asturias, de la única manera que podía hacerlo: «En mi opinión el árbitro no puede hacer más, ve a un jugador que salta la valla, increpa y zarandea a un espectador y eso es expulsión». Que esto fuera causado por insultos racistas es algo que «no debe valorar, serán otros los que lo tendrán que hacer, él está obligado a expulsar al jugador».
Una cosa diferente hubiera sido que el colegiado o alguno de sus asistentes hubieran escuchado esos insultos o que el jugador afectado o alguno de sus compañeros se lo hubieran comunicado. En ese caso, la obligación del colegiado hubiera sido la de activar el protocolo contra el racismo. «Existe un protocolo y si lo hubiera escuchado o se lo hubieran comunicado hubiera detenido el juego y activado el protocolo», sostiene Santurio, que explica que «al árbitro no le denunciaron nada ni nadie escuchó nada».
El ovetense, uno de los cuatro de la región que están en Primera Federación, se encuentra tranquilo después de todo lo que sucedió durante ese partido. Evidentemente, que le haya sucedido algo así en un partido que le tocó dirigir no es plato de buen gusto, pero no está preocupado al estar seguro de que actuó de la manera correcta.
Sarr, «un chico excepcional». Emilio Cañedo conoce bien a Cheikh Sarr. El extécnico del Avilés dirigió al guardameta en el curso que disputó en el Real Oviedo Vetusta. «Es un chaval excepcional. A pesar de que por aquel entonces tenía dificultades con el idioma, hizo el doble de esfuerzo por integrarse. Es muy buen compañero y muy buena gente», explica Cañedo, que no recuerda que Sarr sufriese ningún incidente racista durante la temporada que compartieron en el filial azul.
«Cheikh venía a ser tercer portero en el primer equipo -recuerda Cañedo-. Venía con expectativas muy altas, pero no tuvo cabida en el primer equipo. Fue un año frustrante y decepcionante para él, porque además descendimos de Segunda B a Tercera y le tocó jugar el partido en el que se confirmó que bajábamos, contra el Pontevedra». A pesar de las dificultades, el técnico hace énfasis en que su comportamiento fue impecable.
«Es duro que le pase algo así a cualquiera, en especial a alguien con el que has compartido vestuario, objetivos e ilusiones, prosigue Cañedo, para el que la situación que le ha tocado vivir a Sarr es «indignante». «Que siga ocurriendo esto a estas alturas es indignante. Creo que los seres humanos nos esforzamos en construir muros en vez de lazos en común. El fútbol es el reflejo de la sociedad», asegura el técnico, para el que la tibieza no tiene cabida en estos menesteres. «No vale con no ser racista: hay que ser antirracista», zanja.
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