La reunión de Pedro Sánchez este martes con el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salmán, oculta muchas aristas detrás de la foto oficial. Envuelto en una gira exprés por Oriente Medio, el presidente se ha rendido a la realpolitik —la diplomacia basada en el pragmatismo— con el país absolutista, liderado por una monarquía que no respeta los derechos humanos y bajo la que pesa la sombra del caso Khashoggi, en referencia al periodista del mismo nombre asesinado por agentes de la Casa de Saúd.

El propio Pedro Sánchez condenó vehementemente el asesinato sancionado por el Estado saudí en 2018, nada más ser investido presidente del Gobierno, para luego confirmar que seguiría vendiendo armas a Arabia «en defensa de los intereses» del país y de los trabajadores de la Bahía de Cádiz. Entonces, España acababa de firmar un contrato para construir cinco corbetas para el rey Salmán.

En realidad, incluso en esa época, Sánchez ya sacudió la carta de la realpolitik durante la Cumbre del G-20 de 2019, cuando se acercó a saludar al príncipe heredero. Apenas 24 horas antes, la ONU acababa de pedir una investigación sobre el caso de Jamal Khashoggi, el columnista del Washington Post asesinado por agentes saudíes en el Consulado de Estambul, donde residía. 

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Khashoggi, que huyó del país en 2017, se había fugado con su pareja en Turquía para poder escribir artículos críticos contra el Gobierno de Arabia Saudí en general y sus reyes en particular, con especial hincapié en el príncipe heredero Mohamed bin Salmán. Según un informe de los servicios de Inteligencia de Estados Unidos (CIA), él fue quien dio la orden de capturar y asesinar al periodista, cuyo cuerpo acabó descuartizado por una motosierra.

Paradójicamente, el primer líder occidental en blanquear la imagen de Bin Salmán públicamente fue Juan Carlos I, quien se fotografió con él durante el Gran Premio de Abu Dhabi de Fórmula 1 un mes después del asesinato. Esta vez, según Moncloa, que es quien tiene el monopolio de la cobertura oficial, el objetivo de Pedro Sánchez es hablar de la crisis de Gaza y acelerar el reconocimiento del Estado palestino, aunque la imagen de ambos posando juntos sirva para el mismo objetivo.

El presidente sigue así la estela de Emmanuel Macron, quien ya acercó su mejilla a Bin Salmán durante una visita oficial del príncipe en París. Entonces, este periódico tituló aquella noticia como un intento de rehabilitación del presidente de Francia hacia el heredero al trono saudí, aunque fuentes del Elíseo matizaron que «no se trataba de realpolitik, sino de política a secas».

El lenguaje gestual hacia Bin Salmán, en la práctica el hombre fuerte de Arabia Saudí, estaba bajo escrutinio después de que el presidente estadounidense, Joe Biden, no le estrechara la mano durante una cumbre en 2022. Durante el encuentro, presuntamente destinado a reparar las relaciones diplomáticas entre ambos países, simplemente chocaron los puños.