Muchos ciclistas de los que llegaron a la meta francesa de Kanbo, final de la segunda etapa de la Itzulia, seguramente no conocían a Francis Lafargue, fallecido repentinamente en septiembre pasado. Pero, todos ellos, como si se tratase de una lección en la clase de ciclismo, tendrían que saber que fue un grande de este deporte, y no porque pedalease como ellos, algo que nunca se le pasó por la cabeza, sino porque fue pieza esencial en las cinco victorias de Miguel Induráin en el Tour, y porque de Iparralde, como a los vascos les gusta denominar al Euskadi francés, era Lafargue.