Reservado, tímido, más bien parco a la hora de mostrar sus sentimientos, pedir ayuda, hablar. Un hombre de campo, amante de los animales, el ganado -las gallinas, sus conejos- y de la huerta también. Abdón González, 69 años, ni alto ni bajo (1,70 metros), complexión delgada. Ningún problema de salud. Ninguna patología o enfermedad mental. Hoy hace justo 23 años que Desapareció. Fue el 27 de marzo de 2001 en un pueblo a 80 kilómetros de Burgos capital, Medina de Pomar. No se presentó al encuentro previsto con un amigo. Nunca lo ha hecho antes. ¿Dónde está?
«Ese amigo nos llama», reconstruyen sus sobrinas, Carolina y Begoña, junto a CASO ABIERTO, portal de sucesos e investigación de Prensa Ibérica. «Nos dijo que mi tío no había aparecido donde habían quedado, que hacía unos días que no lo veía, que iba a su casa y no le abría la puerta, que estaba preocupado». La familia de Abdón se presentó en la vivienda con la Guardia Civil. «No sé, pensamos que lo mismo estaba mal, enfermo… que estaba dentro y que algo le había pasado».
Tras una vida dedicada al campo y sus animales, el hombre empezó a salir con una mujer. Su familia le advirtió de que ella se aprovechaba económicamente de él
Accedieron a la casa. «Mi tío no estaba. En la mesa, un plato con restos de comida, pollo, y un vaso con vino que no bebió. «Parece como si alguien le hubiera interrumpido». Encontraron también sus llaves, su cartera, su documentación. «No se sabe a ciencia cierta cuando desapareció, si fue ese día a mediodía o la noche de antes mientras cenaba…». Han pasado más de dos décadas y tampoco se confirma la causa: ¿Qué le ocurrió a Abdón?
Su desaparición podría estar relacionada con un móvil económico. Tras romper con su novia, Abdón vendió un chalet por 45 millones de pesetas
«Veintitrés años buscando…», lamentan. «Más de dos décadas intentando encontrar sus restos, más bien. Sabemos que alguien le hizo algo a nuestro tío», afirman Carolina y Begoña, «es más, la Guardia Civil ha barajado los mismos nombres, los mismos responsables». Bajo la lupa, una mujer: «la expareja de nuestro tío», y su entorno cercano. La sospecha se intensificó en 2015, catorce años después de la desaparición, cuando esos mismos nombres estuvieron vinculados a la desaparición de una mujer, poco después de la del hombre, en un pueblo aledaño al de Abdón. «Digamos que esta mujer y su entorno tienen una historia un poco… son, digamos…, peligrosos», advierten. El móvil podría ser económico, apuntaron los investigadores.
«Habían dejado la relación un tiempo antes, se sabe que mi tío había recibido amenazas de esta gente…», lamentan. «Nuestro tío tenía dinero, no tenía problemas, y tenía autonomía… No tenía motivos para desaparecer». La ausencia de noticias, movimientos -sanitarios o bancarios- y que no haya contactado desde entonces, refuerza su tesis. «El problema es el de siempre: no hay cuerpo, no hay delito. Hoy tendría 92 años… el caso está prescrito, seguro. La verdad es que ya lo único que queremos es saber dónde está, enterrarlo. Que si alguien ha callado por lo que sea, que hable, solo queremos que nuestra madre descanse. Su otra hermana murió sin saber la verdad».
Se distanció de su familia
«Estará por ahí», dijo uno. «Este se ha ido con la novia de vacaciones, ya verás». Frases como esta se escuchaban en el pueblo. «Ayudó poco», afirman sus sobrinas, «es probable que hasta lo creyera la Guardia Civil«. La investigación arrancó tenue. «Nunca había ocurrido nada así en Medina de Pomar». Abdón, tras toda una vida viviendo con su madre y su hermano -los dos hijos solteros permanecieron en la casa familiar-, tras la muerte de ambos, había dado un giro a su vida. «Entraba, salía…», explican. El cambio fue radical. «Empezó a salir con mujeres, se echó alguna novia, y, bueno, empezó a ir gente a su casa pues… un poco para aprovecharse de él».
Era un blanco fácil, dibujan en su casa, «su vida era el campo y, sobre todo, sus animales. Hasta que empezó con esta mujer no salía a ningún sitio, ni a un bar, ni a una tienda. Vivía en una casa de campo fuera del centro urbano, donde estaban parte de sus tierras y sus naves donde tenía el ganado, no necesitaba nada más». A su vida llegó ella, su expareja, y Abdón se distanció de los demás. «Veíamos cosas que no eran normales e intentamos avisarle, así que ella hizo lo posible para separarle de nosotros». Lo consiguió. «Aunque lo teníamos controlado porque vivimos en el mismo pueblo, lo había conseguido, no teníamos mucha relación con él en el momento de la desaparición».
El chalet
«Las batidas las hicimos nosotros», recuerda Carolina. «Íbamos con nuestro padre las dos». El registro de la vivienda fue: «muy superficial. Fíjate, la finca tiene dos pozos, pues no se miraron hasta 14 años después«.
«Estará en el Caribe», decían. La broma cesó con el testimonio de otras voces, más cercanas a Abdón. Contaron que había tenido una relación anterior complicada con una mujer que «se aprovechaba económicamente» y, además, aseguraron que había recibido «llamadas telefónicas amenazantes» antes de desaparecer. «Nuestro tío y esta mujer lo habían dejado», afirma Begoña, «fueron unos dos años de relación». Los agentes descubrieron que el currículum de la expareja y el entorno presentaba algunas sombras. «Era gente peligrosa, nos advirtieron».
La expareja de Abdón estuvo investigada por la desaparición de otra mujer, un año después, en un pueblo cercano a Medina de Pomar.
Encontraron un posible móvil: el económico. «Al parecer, habían tenido muchas discusiones… y bueno, nuestro tío abrió los ojos y la dejó. Antes de esto, cuando estaban juntos, ella quiso comprarse un chalet y lo compró mi tío. Ahí fue listo y lo puso a su nombre solo, no al de los dos. Tras romper, mi tío vendió ese chalet y acababa de cobrar ese dinero». La suma era de unos cuarenta y cinco millones de pesetas. «Quizá…», mientras Abdón cenaba o comía, «fueron a por el dinero». No pudieron llevárselo. «No estaba disponible, estaba metido en un plazo fijo en el banco«. Sigue intacto, sin tocar. En la casa, aparentemente, no faltaba nada. «Solo hemos echado de menos una maleta, antigua, donde mi tío guardaba fotos, papeles y documentación como las escrituras.
Desaparición de Cristina Murié
Unos 50 minutos en coche separan Gredilla de Sedano y Medina de Pomar, dos localidades burgalesas. En la primera, un año después de la desaparición de Abdón, se perdería el rastro de Cristina Murié. La mujer, aseguran, había huido de casa para refugiarse en un centro para mujeres maltratadas. Allí fue donde, aseguran, se alojaban las dos mujeres que fueron detenidas junto a su marido años después. Una de ellas, curiosamente, era la pareja de Abdón, a la que en Medina de Pomar se le perdió la pista tras desaparecer él.
Cristina, un día de abril de 2002, regresó a Gredilla y discutió con su exmarido. A ella no la volvieron a ver. A él, días más tarde, lo vieron con una de las mujeres que fueron arrestadas once años después.
«Tras ser detenidos por la desaparición de Cristina», recuerdan Carolina y Begoña, «establecieron una posible conexión con nuestro caso». Archivado prácticamente desde el inicio, el caso de Abdón se reabrió en 2015. La expareja de este y su entorno fueron llamados a declarar en sede judicial. «Básicamente dijeron que no recordaban nada, y fin, no hicieron más». Se cerró. «Fue un golpe de nuevo». Uno más. «Lo había cogido un equipo nuevo de investigadores, iban a hacer muchas cosas, nos lo contó el jefe, pero este agente murió y las cosas que iban hacerse morirían con él».
Nadie ha vuelto a ver Abdón. Nadie ha dado ningún dato, pista, nada que lleve a él. «Los principales testigos quizá han fallecido, los vecinos lo mismo ya no saben ni quien era Abdón…», lamentan sus sobrinas. «Esto quedó desde el principio demasiado grande… creemos que no supieron afrontar algo así», lamentan. «Fíjate como se hizo todo», apuntan, «precintaron la casa y no nos dejaban entrar. Los animales de mi tío murieron por no comer ni beber».
«Hoy tendría 92 años… El caso está prescrito. Ya lo único que queremos es saber dónde está, enterrarlo. Si alguien ha callado, por lo que sea, que hable. Que nuestra madre descanse».