Las señales son cada vez más claras; las desavenencias, cada vez más públicas. Los dos principales defensores de Israel en la arena internacional, Estados Unidos y Alemania, han cambiado de verde a ámbar el semáforo de su apoyo al Gobierno de Benjamín Netanyahu. La línea roja es la invasión de Rafah, donde se refugian más de un millón de personas; y el bloqueo a la entrada de comida y medicinas. Pero el primer ministro israelí insiste en su intención de atacar el sur de Gaza y sigue manteniendo cerrados los pasos terrestres. Aumentan los muertos por hambre (al menos 27 niños) y se dispara el número de fallecidos bajo las bombas israelíes a más de 32.000, en su mayoría mujeres y niños.
La última en elevar el tono ha sido la ministra de Exteriores alemana, Annalena Baerbock. “En el infierno de Gaza, más de un millón de niños, mujeres y hombres corren el riesgo de morir de hambre. Esto no puede continuar un día más”, ha escrito en un mensaje de la red social X. “No vamos a dejar ninguna piedra sin mover con nuestros socios: el Gobierno israelí debe abrir ya los cruces fronterizos para que entre mucha más ayuda”.
Berlín dice que mantiene el apoyo a Israel y la exigencia de que Hamás entregue las armas y a los rehenes que aún están secuestrados. Pero ese objetivo “no puede lograrse exclusivamente por medios militares y la acción bélica debe estar limitada por el derecho humanitario”, afirma Baerbock, que pide “un alto el fuego humanitario inmediato”.
El giro gradual de la primera economía europea ha provocado la respuesta airada de Tel Aviv. “Esperamos que nuestros amigos sigan apoyándonos en estos tiempos duros para Israel y que no flaqueen en el apoyo contra la organización terrorista Hamás”, ha respondido en X el ministro de Exteriores israelí, Israel Katz. “Un alto el fuego humanitario no puede producirse sin la liberación de los rehenes”.
Estados Unidos levanta su veto
Pero el mayor problema para el Gobierno de Netanyahu no viene de Berlín, sino de Washington y Nueva York. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ha aprobado este lunes por primera vez una resolución que pide un alto el fuego «inmediato» durante el mes de Ramadán en la Franja de Gaza. El texto, impulsado por Argelia y otros nueve países miembros no permanentes, no ha sido vetado esta vez por Estados Unidos. En un movimiento inédito, Washington se ha abstenido, dejando desprotegidos los intereses del Gobierno de Netanyahu.
Como represalia, el Gobierno israelí ha ordenado anular el viaje de una delegación oficial a Estados Unidos. Dice que la abstención americana representa “un claro retroceso«. Su ministro de Exteriores ha asegurado tras conocerse la resolución de la ONU que no detendrán los ataques y que “destruirán a Hamás” y seguirán luchando hasta que el último de los secuestrados regrese a casa”. Desoyen así al principal organismo mundial de seguridad.
El ministro de Defensa, Yoav Gallant, que se encontraba de viaje en Estados Unidos cuando se ha conocido el sentido de la votación, ha afirmado que Israel no tiene “ningún derecho moral para detener la guerra en Gaza”.
El embajador de Israel en Naciones Unidas, Gilad Erdan, ha elevado más el tono: “La sangre israelí es barata”.
Un discurso inédito del líder del Senado
El tono está cambiando rápidamente. Es año electoral, y los demócratas temen una sangría de votos a consecuencia de los envíos de armas y dinero de Joe Biden a Israel. En las primarias, decenas de miles de votantes de izquierdas boicotearon al octogenario presidente por lo que interpretan como un cheque en blanco del demócrata a Israel para perpetrar una masacre.
A finales del año pasado, Joe Biden empezó a hablar de que los “bombardeos indiscriminados” de Israel estaban provocando un número insostenible de muertos civiles. Pero siguió manteniendo los envíos de munición, entre otras de bombas de una tonelada que destrozan edificios enteros y que nunca antes habían sido usadas en zonas civiles.
Pero ahora pasa de las palabras a los hechos con su cambio en el sentido del voto en la ONU. Si Netanyahu opta por enrocarse, podría derivar en una escalada que puede llegar a un punto de ruptura, especialmente si el Ejército israelí decide entrar a sangre y fuego en el sur de Gaza. Biden ha marcado esa invasión como “una línea roja” que su aliado no debe cruzar.
Hasta Donald Trump ha dicho en una entrevista al diario israelí Israel Hayom que “Israel cometió un gran error” con una ofensiva que deja “fotos conmovedoras de bombas cayendo sobre los edificios en Gaza”.
El líder del Senado pide que salga Netanyahu
El punto álgido del cambio de tono en Estados Unidos fue el discurso de la tercera autoridad del país, el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Chuck Schumer.
El que es el judío que más alto ha llegado en la política de EEUU en toda su historia habló durante 45 minutos de la necesidad de que Netanyahu salga del poder. Un discurso histórico, a decir del prestigioso diario The New York Times.
Para Shumer, Netanyahu es uno de los cuatro problemas para el futuro en paz de Israel y Palestina; los otros son Hamás, el presidente palestino Mahmoud Abbás y los extremistas de ultraderecha israelíes. Alertaba de que Netanyahu está llevando a su país al precipicio, arriesgándose a perder el apoyo de Estados Unidos y de quedar totalmente aislado en la escena internacional. “Israel no puede sobrevivir si se convierte en un paria”, advirtió el senador, que pedía explícitamente elecciones para echar a Netanyahu del poder.
Schumer no es un político cualquiera. Se define como defensor de Israel y fue amigo de Netanyahu desde el principio. Incluso en la segunda mitad de los años noventa, cuando se oponía a los Acuerdos de Paz de Oslo para la creación de un Estado palestino.
En la misma línea se han expresado en los últimos días medios israelíes como ‘Haaretz’ (“Netanyahu debe marcharse”) o el británico ‘The Economist’ (“Israel está solo”).
Pero el líder del Likud, que ha gobernado la mayor parte de Israel en este siglo, tiene en entredicho su supervivencia política una vez que termine la guerra por sus problemas judiciales y la falta de apoyo popular. Dice estar decidido a seguir adelante, apoyado por una amalgama de ministros ultranacionalistas y ultraortodoxos y un país en shock que pide venganza.
La votación en Naciones Unidas y el reposicionamiento de sus aliados mete presión al Estado judío. La incógnita es cuánto está dispuesto a aguantar Netanyahu.