Beber para dejar de pensar, para apagar la conciencia, beber para sentir que encajamos, que conectamos con los otros, beber para ser otros y para vivir otras vidas, beber para olvidar el cansancio y la incertidumbre, beber para sentir que somos brillantes e ingeniosos y bailamos como nadie, beber para que nos pasen cosas, beber hasta que nos llegue, por fin, una vida de verdad. Beber porque estamos cansados de ser tan obedientes, beber para olvidar que estamos asustados, beber para frenarlo todo durante un momento, beber para ser más valientes y porque, como dice Marisa Paredes en ‘La flor de mi secreto’, “excepto beber, ¡qué difícil resulta todo!”. Son algunas de las respuestas que recoge Roberto Enríquez, aka Bob Pop (Madrid, 1971), en ‘Como las grecas’ (Debate), un ensayo que publica este jueves y en cuyo subtítulo se pregunta “¿por qué nos emborrachamos así?” o, lo que es lo mismo, qué nos lleva a “ese beber social y compulsivo” que compartimos tantas veces a la salida del trabajo, de fiesta, de vermús de domingo o en cenas familiares.