«Tú sabes que estamos aquí porque no nos han dejado salir«, es la dura despedida, conscientes de su inminente muerte, de Marta y Ramón, atrapados en el baño junto a sus dos hijos de apenas ocho días y dos años, antes de cortar la comunicación con una amiga con la que estuvieron conversando desde que comenzó el fuego en la octava planta de la torre anexa. El matrimonio, que se disponía a bajar al portal donde les esperaba esta amiga para poner a salvo a sus hijos, volvieron al interior de su vivienda siguiendo las instrucciones de los propios bomberos. «Les dijeron que estuvieran tranquilos, que permanecieran dentro y pusieran trapos mojados bajo la puerta porque no había peligro y era más seguro quedarse dentro de casa», se lamenta una y otra vez esta amiga del matrimonio fallecido, que insistió por activa y por pasiva a los primeros bomberos que llegaron allí para que subieran a por ellos.
La familia fallecida se refugió en el baño de la vivienda, y desde allí se despidió por teléfono de sus allegados
El juzgado deberá investigar si la decisión de no desalojar inmediatamente ambas torres del edificio le costó la vida a estas cuatro personas. «Si una persona que entiende de incendios te dice que esperes dentro, haces lo que te mandan pensando que eso te va a salvar, pero no fue así», confiesa rota al recordar las últimas palabras que tuvo con sus amigos.
Desde el Ayuntamiento de Valencia se optó ayer por el silencio ante este hecho y no se quiso hacer autocrítica, amparados en el secreto de las actuaciones decretado por el Juzgado de Instrucción número 10 de Valencia. Estas recomendaciones iniciales, que en la mayoría de incendios suelen ser eficaces y que dada la rápida propagación del fuego por todo el edificio, en apenas veinte minutos –algo que nadie podía ni tan siquiera imaginar– es confirmado también por el relato de otros supervivientes que desobedeciendo las indicaciones de los bomberos salvaron su vida, como una madre y su hijo, o un vecino que estaba hablando por teléfono con su novia cuando bajaba por las escaleras, y a la que también le dijeron que subiera de nuevo por el riesgo de la inhalación de humo. Por suerte, hizo caso omiso y hoy está viva.
«Ya bajamos»
Esta amiga del matrimonio, que prefiere mantener el anonimato porque no quiere ningún tipo de protagonismo, aclara que relata las conversaciones con ellos antes de su muerte porque fue el último deseo de Ramón, que la gente supiera que iban a morir porque no les habían dejado salir de su casa. Según explica, estaba paseando el perro cuando vio iniciarse el incendio y enseguida les llamó por teléfono. Marta le contestó que ya lo sabían y que enseguida bajarían a la calle. «Os espero en el portal», les respondió mientras sus amigos cogían a sus pequeños, una niña de solo ocho días y un niño de dos años.
A las 17.49 minutos exactos recibe un mensaje de wasap: «No nos dejan salir». Cuando les vuelve a llamar, le explican que están siguiendo las indicaciones de los bomberos, que les han dicho que no corren peligro si se quedan dentro con las puertas bien selladas para que no entre humo. «Con un bebé tan pequeño te quedas paralizado y no te la juegas, sigues lo que dicen los expertos», argumenta esta amiga de la pareja.
«Solo caía un hilillo de agua»
En ese momento se encontraba ya una dotación de bomberos en la puerta. «Al bombero que estaba desplegando la manguera le insistí en que les ayudara, que subiera a por ellos y me contestó que no corrían peligro». Ramón permanecía fuera del baño viendo las posibles vías de escape mientras su mujer estaba con los pequeños dentro intentando empapar toallas, aunque según le confesaron, «apenas caía un hilillo de agua».
Instantes después el fuego se descontroló y nadie dio indicaciones distintas a los vecinos a los que previamente habían instado a permanecer en el interior de sus casas. Esta testigo afirma que también habló con un responsable de Bomberos en la zona para decirle que había una familia encerrada en el baño.
A las seis y cuarto de la tarde ya estaba totalmente descontrolado y ningún bombero permanecía en el interior, de hecho, los que habían entrado a intentar poner a salvo a los atrapados acabaron en la unidad de Quemados de la Fe con quemaduras en las manos e internas por la inhalación de humo.
Al ver que nadie iba a entrar a por ellos, les dio indicaciones para que fueran lo más bajos posibles, al nivel del suelo, para evitar caer inconscientes por el humo. En una de las últimas llamas les dijo que probaran a salir al balcón, pero el de al lado ya está ardiendo. Esa vía de escape, que también podía haber sido utilizada inicialmente cuando su torre estaba intacta, también quedaba descartada.
Eran ya las 18.45 cuando habla por última vez con Marta y Ramón. Fueron cinco angustiosos minutos. «Tenían dificultad para respirar, ya sabían que no iban a poder salir de allí con vida», confiesa rota por dentro esta testigo. Después de esta llamada aún tuvieron tiempo de despedirse de sus familiares. Sus cuerpos fueron localizados ayer abrazados a sus hijos, apenas deteriorados por el fuego.