La luz artificial vuelve completamente locos a los insectos. Las bombillas, el fuego y las farolas hacen que mariposas y polillas revoloteen a su alrededor en círculos erráticos que nada se asemejan al comportamiento que estos pequeños animales adquieren durante el día.
A menudo se ha creído que estos animales se ven atraídos hacia la luz, pero gracias a un pormenorizado estudio se ha logrado hallar la razón real de este frenesí nocturno: los insectos ‘pierden el norte’ cuando no consiguen divisar la luz de las estrellas.
Y es que no hay más que observar el movimiento de una polilla durante la noche para entender que algo no está bien. Pues en lugar de revolotear para conseguir comida o esconderse de la vista de los depredadores, estos pequeños insectos parecen estar atrapados en el agujero negro de la luz flourescente.
Este comportamiento llamó la atención de un grupo de investigadores del Imperial College de Londres, que no entendía cómo los gráciles movimientos de estos animales podían quedar cautivos de una insignificante luz.
No son los primeros que se han preguntado qué podría motivar este extraño comportamiento. Durante décadas se han barajado todo tipo de teorías que pudieran explicar por qué los insectos se vuelven locos al caer la noche.
Una de las primeras ideas fue que se podían sentir atraídos por el calor de las llamas. Pero la hipótesis pronto fue descartada porque muchos de los insectos que tenían este comportamiento no eran pirófilos y, de hecho, son mejor atraídos por luces más frías.
De espaldas a la luz
Más tarde se asentó la idea de que estos animales se sienten atraídos de una manera genuina por la luz, como respuesta a la habilidad de la fototaxis. Sin embargo, esta respuesta no sirve tampoco para explicar el movimiento de todos los insectos que se acercan a las luces porque, si así fuera, deberían acabar chocando siempre con la fuente de iluminación. Por tanto, no explica el movimiento errático en círculos.
Pero tras realizar varios experimentos, cuyos resultados han sido publicados en ‘’Nature Communications’, se ha logrado demostrar que estos extraños comportamientos tienen relación con la capacidad de los insectos voladores para mantener el equilibrio.
Y es que los investigadores comprobaron que este movimiento en círculos alrededor de una bombilla sucedía siempre de una curiosa forma: las mariposas siempre daban la espalda a la luz. “Es lo que se denomina luz dorsal”, apunta Samuel Fabian, autor principal de este estudio en un artículo publicado en ‘The Conversation’.
En condiciones naturales es la luz en el cielo –mucho más brillante que la que emite el suelo– la que guía a los insectos, que utilizan sus alas para saber cuál es la orientación adecuada para volar.
Porque estos pequeños animales, al contrario que los de mayor tamaño, carecen de unos sentidos que les permitan notar en qué dirección está empujando la fuerza de la gravedad para mantener el equilibrio.
Los investigadores estudiaron la trayectoria que realizaban las polillas cuando se encontraban con la luz de bombillas en el laboratorio. A los científicos les sorprendía sobremanera que los animales nunca chocaran contra la fuente de luz pues dicho movimiento no encajaba con ningún modelo físico descrito hasta el momento.
Patrones de vuelo extraños
“Decidimos hacer videos en alta velocidad para determinar las trayectorias de vuelo y las posturas corporales con gran precisión”, explica Fabian, que revela: “descubrimos que sus patrones de vuelo no coincidían estrechamente con ningún modelo existente”.
Los investigadores vieron como distintos insectos apuntaban con su espalda hacia la luz, llegando incluso a hacer complicadas piruetas para mantener siempre esa posición. “Estas trayectorias orbitales fueron sólo uno de los comportamientos que observamos”, afirma Fabian.
Este fenómeno ha puesto de relieve un grave problema que sufre el planeta debido a la luz artificial. La contaminación lumínica afecta a la observación astronómica, priva a la población de ver el cielo nocturno –casi un tercio de la población mundial vive en lugares donde la Vía Láctea no es visible–, puede causar problemas a la hora de conciliar el sueño, provoca choques mortales a algunas especies de aves y hasta puede generar que las crías de tortuga se pierdan antes de llegar al mar. Este nuevo hallazgo añade un nuevo problema a la larga lista.
“Los insectos atrapados alrededor de una luz parecen llevarse la peor parte”, insiste el investigador, que destaca que este comportamiento les priva de conseguir alimento, les expone ante los depredadores y les cansa tanto que pueden llegar a morir de agotamiento.
Informe de referencia:: https://www.nature.com/articles/s41467-024-44785-3
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