Nadie, ni dentro ni fuera del país, espera grandes sorpresas en las elecciones presidenciales que Egipto celebra de este domingo hasta el martes. Todos dan por hecho otra victoria de Abdelfatá al Sisi, quien tras una década en el poder va a seguir gobernado el país hasta 2030. Junto a él, se presentan otros tres candidatos, aunque en el país no existe una oposición real que le pueda poner en aprietos; muchos de ellos han sido encarcelados o han tenido que tomar el camino hacia el exilio. Las organizaciones en defensa de los derechos humanos alertan que las detenciones por motivos políticos o contra disidentes se han vuelto el pan de cada día en el país desde que tomó el poder, tras un golpe de Estado, en 2013.
Estas elecciones son un mero trámite para Al Sisi. En 2014 y 2018 ganó con el 92% de los votos. En esas dos ocasiones solo se enfrentaba a un oponente. Más allá de sus victorias arrolladoras, el presidente egipcio no ha logrado en ninguno de sus anteriores comicios que la participación subiera del 46%. La Constitución egipcia establecía que el mismo presidente solo podía gobernar durante dos legislaturas, pero en 2019 Al Sisi impulsó una reforma para poder optar a un tercer mandato. Además, alargó de cuatro a seis años las legislaturas. Estos cambios fueron hechos a medida por el mandatario. La Constitución se votó en un polémico referéndum en el que ganaron los votos afirmativos por un 89% y la participación fue del 44%.
La guerra en Gaza
Las semanas previas a acudir a las urnas, Egipto ha ganado relevancia en el panorama internacional por el inicio de la guerra en Gaza. Este conflicto y el papel mediador del país han quitado protagonismo a la campaña electoral. «Las reacciones públicas a la guerra en Gaza están ganando cada día más espacio, hasta el punto de que ya no se discuten asuntos de política interna, incluidas las próximas elecciones presidenciales», explica en un reciente artículo Rabha Allam, investigadora del Al-Ahram, del Centro de Estudios Políticos y Estratégicos, basado en El Cairo.
Egipto también se ha vuelto clave por la importancia del paso de fronterizo de Rafah, que conecta la Franja con el Sinaí egipcio y es el único punto por el que puede entrar ayuda humanitaria en Gaza y a la vez evacuar heridos. Aunque este conflicto también ha puesto a las autoridades egipcias en una posición difícil. Aunque han aceptado abrir puntualmente Rafah para la ayuda internacional, han dejado claro que no permitirán una salida masiva de gazatíes. En el pasado, El Cairo ha puesto muchas trabas a que cualquier palestino cruce el paso fronterizo y actualmente teme que Israel intente obligar a los gazatíes a abandonar la Franja dirección al desierto del Sinaí. Esto provocaría que Egipto se encontrara con dos millones de refugiados en su territorio.
La crisis económica
«El estallido de la guerra en Palestina podría haber proporcionado al presidente Al Sisi cierto alivio financiero, ya que los donantes internacionales están cada vez más preocupados por la estabilidad regional, y los gobiernos occidentales buscan la colaboración de Egipto en Gaza», señala el portal Arab Reform Initiative. Explica que tras el estallido del conflicto, diversos organismos, como la Unión Europea o el Fondo Monetario Internacional, han acelerado los planes de ayuda y apoyo económico para Egipto. Precisamente, estos comicios están marcados por la crisis económica que arrastra el país.
La inflación ha batido récords, y se sitúa en el 40%. Aunque esta crisis se cuece desde hace años, las consecuencias de la guerra entre Rusia y Ucrania solo ha hecho que empeorar la situación, ya que la importación egipcia de trigo procede sobre todo de estos dos países. La moneda local también ha perdido valor, casi la mitad en relación con el dólar en solo un año, y hay escasez de divisa extranjera. Un cúmulo de cargas que no ha hecho más que incrementar el descontento social de los 109 millones de habitantes, el país más poblado de todo el norte de África y Oriente Próximo.
Una década de represión
«El Gobierno del presidente Al Sisi no ha aliviado su represión a nivel nacional, lo que ha provocado una de las peores crisis de derechos humanos en Egipto en muchas décadas», denuncia Human Rights Watch. Señalan que actualmente «se cometen graves crímenes, incluida la tortura y las desapariciones forzadas, con impunidad». Según las organizaciones en defensa de los derechos humanos, desde que Al Sisi tomó el poder, han detenido a unas 60.000 personas por razones políticas, además hay otras muchas que tienen prohibido viajar fuera del país. También denuncian que las autoridades «acosan y detienen a familiares de disidentes en el extranjero».